Por: Jorge B. Hugo Álvarez / Nunca dejará de ser algo maravilloso conceder un día y un alto en nuestras vidas, para rendir un sincero homenaje a nuestros padres. Ni la ausencia, la distancia o la inmovilización social obligatoria, pueden impedir a una esposa o a un hijo, abrazar real o imaginariamente a quienes nos procrearon, porque sentimos por ellos, un amor a flor de piel. Sea tal vez, esa suerte humana que os concede esa hermosa dicha de suaves palmadas y sonrisas de papá. Más para otros, el recuerdo y el consuelo desgarrador pesando sobre sus hombros con dolor nostálgico.
Mortal, grita y expresa al vuelo del viento con tal intensidad: ¡Te amó papá!. Es lo justo, interiorizando en vuestros corazones ese ideal de ser buenos hijos o buenas hijas. No puede haber en él, una tristeza larga y un alma alicaída de tanto caminar. Ya en ese silencio y en esa mirada vacía, hay un dolor demasiado grande como para ocultar lágrimas con cierto rubor. No esperéis en él, ese mal sueño. Purpurado sea, esa idea genial de amor, ternura y nobleza en la relación: Padre e hijos. Pues, está en vosotros, aquel tiempo de flor perfumado con suave aroma de vuelo de golondrina para dedicarnos a ellos.
No esperéis, sentir su ausencia como si el tiempo lo hubiera devorado en sus tristezas y sus alegrías. La naturaleza puede ser cruel, negándonos la dicha en exclamar: feliz día Papá. Pues, mi padre, hace muchos años descansa en paz y sobre su tumba escribí con la imaginación de mi pluma: “Aquí yace el hombre que me dio la vida por amor”. Padre no es el que engendra, sino aquel que, nos cría con amor, nos educa, nos protege, nos engríe, os ama y os hace feliz, siendo ellos mismos felices. Él fue todo eso y muchos más.
Aún mantengo en el recuerdo, aquellas frases memorables, dichas por mi progenitor que en su dulce agonía, me decía susurrando: “Solo me iré por decisión de la madre naturaleza, antes que ustedes. No, no me recuerden con lágrimas, porque comprenderán que después de mi muerte, sólo hablará la paz del silencio. Entonces, vosotros podrán sonreír porque he vivido y, os he amado”. La elevada racionalidad de sus sabias palabras me conmovió en lo esencial de mi mismidad. Más ante lo dicho y lo visto, me ahogaba en una gran tristeza sentir, cuando esa sombra de la muerte, le arrebataba lentamente su vida. ¿Quién o qué hijo podría asimilar serenamente tan bellas palabras en el cantar de una muerte no anunciada? Nadie. La vida nos exige madurez en el paso raudo de nuestro tiempo convencional. No obstante, siempre habrá un tiempo de calidad, para estar atentos a un consejo amable y a una mirada comprensiva de papá. Entonces, si eres padre ama a tu hijo y, si eres hijo, respeta a tu padre carajo.
Feliz día papá y feliz día a los padres de nuestra Nación.
(*) Abogado penalista- Analista político