Por: Jorge B. Hugo Álvarez / El buen Gobierno, desde los griegos clásicos, ha venido soportando una carga conceptual excesivamente pesada. Rica y compleja desde el ámbito de la ciencia política, tanto como de la filosofía moral. Todos los potenciales candidatos presidenciales se desgañitan con promesas electorales por hacer un buen Gobierno.
Ellos van desde la demagogia pura y barata hasta las más refinadas en ofertas electorales, pero Igual de demagogos y patrañeros. Lo que debería ser una contienda electoral de propuestas serias con visión y misión de país parecen resultar esquivas a los intereses de la Nación; y están muy ausentes hasta el momento.
El pueblo estará vigilante y espera elegir como Presidente a un estadista de fuste, y como sus representantes en el Parlamento Nacional a sus mejores hijos e hijas. Por tanto, deben ser elegidos los más ilustrados, honestos e inteligentes.
El desplome de nuestra economía, el desempleo atroz, la pandemia, la inseguridad ciudadana, etc. resultan cuestiones tan serias para dejar en manos del Gobierno a improvisados, demagogos o en pendejeretes sospechosos de estar vinculados con la corrupción o con el estado de cosas que ellos construyeron.
Un buen candidato debe ser ilustrado, sea de derecha o de izquierda, algo más cercano a un auténtico estadista. Que le hable al pueblo con la sinceridad y/o franqueza seductora que el espíritu e inteligencia ciudadana exija en relación a las circunstancias históricas que le toco vivir a la gravedad de la situación que vive el país.
Entonces, su performance como persona debe estar ubicado en el nivel superior de la racionalidad de su actitud humana, que refleje el supremo ideal de un líder político de palabra y honor. No aquel pendejerete apoyado por ricachos, desplegando una apabullante propaganda masiva de millones de soles para ungirse como supuestos salvadores de la patria.
La advertencia está dada, porque un auténtico líder en su relación con la ciudadanía debe estar forjado en hermosas estructuras sistematizadas de valores y principios. De esa manera, bien podría su liderazgo mejorar considerablemente la percepción que tiene la ciudadanía de sus políticos.
El pueblo ha puesto de manifiesto su voluntad de no repetir errores del pasado para mirando al futuro decir: No podemos seguir tercamente con un modelo económico fallido, tan abiertamente desnudado por la pandemia.
Exijamos revolución industrial para crecer sostenidamente para generar fuentes de trabajo de calidad, atraer inversión directa, etc. Entonces, la idea de industrializar el país, vía diversificación productiva, es el camino seguro hacia la prosperidad de todos los peruanos.
Países más pequeños y sin recursos naturales como Corea del Sur, Vietnam, Japón, entre otros son potencias económicas y tecnológicas, gracias a liderazgos fuertes con visión y misión de país.
Como sostuviera la Dra. Betty S. Huarcaya Ramos: “Los peruanos aun no podemos conciliar el dulce sueño reparador a tiempos ocios de luces y sombras que nos enceguecen. Pues, sólo tenemos políticos de corta visión. Otra cosa sería, si al caer el bravío sol de la mañana, dijéramos, sí se puede”
(*) Abogado penalista y analista político
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