Por: Alter B. Himelfarb W. / Decíamos en nuestro Art. anterior, que el corrupto no necesita a su “dios”, al lado, cuando roba. Llámese coima, soborno, «serrucho», cohecho, etc…
Esta gente que roba a la población, al país, al erario público, que muchas veces son gente con una capacidad económica suficiente y en otros, son super empresarios, donde probablemente sus hijos aprovechan esa herencia, la de robar a la población. Donde sus hijos probablemente tuvieron la oportunidad de estudios universitarios, hacen valer sus títulos: ingenieros, arquitectos, abogados, para robar con más «elegancia». Consiguen probablemente, de entre sus amigos universitarios, calanchines o testaferros, para que les trabajen en puestos claves, para que aprueben sus decisiones o desaprueben las de quienes no están bajo su «cuerda». Por ejemplo, en la construcción de una gran vía o arteria nacional; en la concesión por un término bastante extenso de años, de una importante y transitada carretera y así sucesivamente.
En éste último caso, el de la concesión, no se entiende por qué el Estado o el Gobierno, no pueda hacerse cargo de ésa Administración, de manera que esos ingresos, queden en poder del Estado, en manos del Ministerio de Obras Públicas, precisamente para ayudar al desarrollo de más vías, o mejoras de las existentes.
Imagínense Uds., si un expresidente latinoamericano recibió una coima de cerca de US 30 millones de Odebrecht por una concesión, ¿cuánto no representaría realmente en ingresos para el Estado, si éste la Administrara?
Decíamos en otro artículo anterior, que ese acto de robar al Erario Público los dineros que le pertenecen al país entero, son una manifestación egolátrica de su personalidad. No hay Dios para ellos, sino un “dios”, que son ellos mismos. Son como estatuas, que tienen oídos, pero no oyen; tienen ojos, pero no ven, tienen boca, pero no hablan. No tienen corazón.
Toda esa gente, ha perdido la razón. Están, lo que se dice, «locos». Andan bien vestidos, andan en buenos carros, tienen empresas y organizaciones que les permiten, desde luego, utilizarlas para sus «chanchullos» en las Licitaciones. Tiene su gente «llave» colocadas en los puestos públicos, para «quitarle piedras al camino de la corrupción».
Para las fechas de la elección, moviendo sobornos de millones de dólares, tienen plata para comprar sus votos. A punta de sancochos, a punta de canastas de cervezas o a punta de CAL (Cemento, Arena y Ladrillos).
Miembros del Gobierno, ya sean de la rama Ejecutiva, Legislativa o Judicial, que tienen la osadía de robarle, no a una persona, sino a millones de personas que conforman la población, son personas con una inteligencia maligna. Es que a quien se le ocurra robarle al Estado, para dejar sin Educación, sin Salud y sin Vivienda digna a la población, -a millones de habitantes-, así se «vista de seda, mona se queda». Esto es, así esté bien vestidito, no deja de ser un demente, un alienado, un perturbado.
Las ansias de tener dinero, conseguirlo robando, despilfarrarlo, malgastarlo, a «costilla» de la población, lo coloca como una persona desquiciada, como un enfermo mental, ad portas del manicomio.
Esto es, una vez juzgado y encontrado culpable de su fechoría, además de devolver la suma -hasta el último centavo-, robada al Estado, deberá purgar su pena, donde realmente la merece, en el Manicomio Municipal. Nada de «Casa por Cárcel», sino de «Cárcel por casa».
Pero pareciera que a nuestros políticos latinoamericanos, les faltara fuerza Ética y Moral para comenzar a corregir ésta trágica situación.
Docientos años de Cámaras y Bi-Cámaras, -la verdad-, no han servido para un carajo.
(*) Miembro A.I.E.L.C.
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