Anciana canadiense de 90 años era bastante social, le gustaba asistir a charlas y leer, sin embargo el COVID-19 trajo las mismas decisiones que utilizó para que acaten su muerte asistida.
El coronavirus (covid-19), ha cobrado la vida de más de 1.431.851 personas en el mundo. Pero no tenemos la cifra de aquellos que decidieron por sí mismos adelantar su partida, aquellos que no resistieron estar encerrados, y entendiendo que el virus se expande por todo el planeta, prefirieron alejarse completamente de él.
Muchos entendemos que el covid-19 podría ser mortal para las personas de la tercera edad, pero no comprendemos que es mortal en tantos sentidos que si lo analizáramos, incluso el miedo a salir por no regresar contagiados y terminar por transmitir el virus a nuestros adultos mayores, se volvería también un miedo a dejarlos solos. Porque el hecho de salir a la calle puede ser peligroso cada día, pero para muchos elegantes puede ser aún más peligroso, no salir a ella.
Nancy Russell estuvo por años en una residencia de ancianos en Canadá, Toronto, pero desde hace varios meses se empezó a sentir sola por el confinamiento debido a la actual pandemia. “Ser capaz de moverse lo era todo para mi madre”, explicó su hija Tory. “Era extremadamente curiosa y estaba muy interesada en cada persona que conocía y en cada idea que se le ocurría”. Añadió que solía leer, caminar, asistir a programas y charlas.
Tory explicó que su madre ya había hablado de la muerte asistida mucho antes de la pandemia, pero la emergencia sanitaria “aceleró su deseo” de fallecer. Tras desarrollar “problemas de salud más concretos”, le dieron permiso para el suicidio asistido.