Por: Jorge B. Hugo Álvarez / El vocablo: “Madre” en tiempos de cuarentena, temor y muerte, parecería agigantar el alma guerrera de mamá. Ni el reinado temporal y brutal del Coronavirus las acobardan; tampoco el hambre y la miseria. Ellas constituyen la imagen viva, encarnadas en esas riquezas espirituales omnipresentes, en grado superior de amor, sacrificio y suma entrega. Nos dieron la vida, nos mimaron, nos cuidaron, nos amamantaron en pechos tibios maternales y a veces ofrendaron sus vidas por nosotros.
No obstante, en todo lo pasado y en todo lo humanamente vivido, a veces afloran esas sombras crueles de hijos ingratos o ruines insensatos. Esos que asoman haciéndolas sufrir y haciéndola llorar. Pero ese amor de madre siempre perdona y nunca ellas son indiferentes, porque llevan en sus almas puras y benditas ese eterno amor en su sangre y en sus vidas. No de otro modo, nuestras madres legaron al mundo ese ideal puro, esa gigantesca fuerza de nobleza hecha sacrificio, entrega y amor por todos nosotros.
Las lágrimas conmueven y si conmueven, para qué apurar tus desvelos y llorad como un niño si fuiste mal hijo, cuando en majestad de amor vuestra madre, muerta hallábase. ¿Qué suerte humana es esa? cuando allí a campo abierto la tumba de mamá, esperándote estaba. Entonces, acaso no te conmovía vuestra consciencia?.
Pensad que, suelta y viva estaba su voz agonizante, y moría lentamente, perdonándote. ¡Ay hijos o hijas! Si vosotros tened la dicha de tener cerca a mamá, compartid con ella sus alegrías, su ternura. Exprésadle lo mucho que la amas y tomad de sus manitos besándole su frentecita, sea arrugadita o no. Ese gesto será para ella un sueño o tal vez el mejor regalo humano que esperará de vosotros. Piensa en el beso grande y humano a mamá.
No puede pasar desapercibido a nuestras conciencias un día tan especial para mamá. Confieso que a mi edad madura, llevo pensando en el dolor de su alma quebrantada en lo que fue y no fue, en el paso de mi niñez llena de ingenuidad a otra de adolescencia y juventud pletórica de sueños y rebeldía. Pues, ya maduro y con el alma llena de reflexiones; me preguntaba, si acaso fui un mejor hijo o tal vez un mal hijo.
Cierto es que, nunca la hice sufrir, pero tampoco tuve el coraje de decirle: ¡Te amo mamá!. Igual, ella con su mirada maternal, algo cansada en sueño desvelado, fomentaba las bases de mi madurez. Entonces, no puede quedar en el pasado aquel sueño que ella hizo posible para mí. Allá donde yo enfermo y débil estaba, mi madre ocultaba sus lágrimas para curarme y darme valor. Fue mi heroína; por eso no puedo imaginar que otros sean ingratos o ruines insensatos.
Permitirme rendir homenaje en esos recintos actuales donde descansan eternamente nuestras madres; constituyan campos abiertos de reflexiones para todos, porque ofrecen ricos espacios para el debate y para la construcción imaginarias del sentido noble del concepto de madre.
(*) Abogado-Analista Político