Científicos observaron cómo los monos elegían una fruta con alcohol por su propia cuenta
Estudio de la Universidad Estatal de California en Northridge sugiere que el gusto del humano por las bebidas alcohólicas sería una herencia de los monos. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista científica Royal Society Open Society.
La profesora de antropología Christina Campbell y la estudiante de posgrado Victoria Weaver fueron a la isla de Barro Colorado en Panamá para el estudio. Allí observaron durante meses el comportamiento de los monos araña en su hábitat natural.
Durante el trabajo, descubrieron que los animales preferían la fruta que contenía etanol. Este es un subproducto de las levaduras fermentativas presente dentro de la pulpa, que metaboliza el azúcar en el proceso de maduración.
“Por primera vez, hemos podido demostrar, sin lugar a dudas, que los primates salvajes, sin interferencia humana, consumen fruta que contiene etanol”, afirmó la académica a través de una nota de prensa de la UCSN.
Según Campbell, “parece haber algo de cierto en esa hipótesis del ‘mono borracho’: que la proclividad de los humanos a consumir alcohol proviene de una afinidad muy arraigada de los primates frugívoros por el etanol que se produce de forma natural dentro de la fruta madura”.
El estudio también señala que los monos araña de manos negras huelen la fruta antes de seleccionarla. Los científicos recogieron trozos sobrantes y midieron el contenido de etanol de la pulpa. Descubrieron que la pulpa contenía entre un 1% y 2% de etanol.
Luego de ello, analizaron la orina de los monos. Cinco de las seis muestras de orina dieron positivo por etanol.
Con respecto a las razones por las que los monos decidían comer esta fruta en específico, Campbell expuso algunas ideas. La profesora cree que se debe a las calorías. “Obtendrían más calorías de la fruta fermentada que de la fruta sin fermentar. Las mayores calorías significan más energía”, señaló Campbell.
Otra idea podría ser que la fruta madura pudo ser atractiva por sus “efectos psicoactivos y hedónicos”. Por lo mismo, concluyó que “el abuso de alcohol, al igual que la diabetes o la obesidad, puede considerarse conceptualmente como una enfermedad de exceso nutricional”.