El más oscuro secreto de la familia Kennedy

La despiadada lobotomía impuesta a la hija “imperfecta” por el temor de su padre a que eclipsara el brillo de la dorada familia

por | Jul 26, 2020 | Sin categoría

La despiadada lobotomía impuesta a la hija “imperfecta” por el temor de su padre a que eclipsara el brillo de la dorada familia

Por ALFREDO SERRA INFOBAE / A pesar de que Rosemary Kennedy Shriver era la primera hija del clan Kennedy, sus padres Joseph y  Rose decidieron someterla, cuando eras una joven, a una lobotomía frontal y la recluyeron en un asilo de Wisconsin, y nunca se detuvieron siquiera pensar en ella.

A mediados de los 60, el escritor norteamericano Irving Wallace (1916–1990) publicó en su recopilación de artículos de prensa “El caballero de los domingos”, un relato estremecedor: «Le quitaron el cerebro».

Describía allí, milímetro a milímetro, una lobotomía cerebral: corte de uno o más lóbulos, en uno o ambos hemisferios, según una bestial corriente de moda que circuló en Hollywood –¡cuándo no!–a principios de los 40.

En 1928, John Fulton, profesor de Sociología y Criminología de la Pennsylvania University, jugó a ser Dios en una partida a todo o nada: ensayó lobotomías en dos chimpancés… que murieron muy poco después.

MUTILADORES DE LÓBULOS

Pero el fracaso del pequeño aprendiz de Frankestein no arredró, en 1935, al neurólogo Antonio Egas Moniz ni al cirujano Almeida Lima –ambos de la Universidad de Lisboa–: siguieron adelante mutilando lóbulos (temporal, parietal, frontal, prefrontal, en los dos hemisferios), sin que nadie detuviera ese crimen. A pesar de estos fracasos… ¡Egas Moniz ganó el Premio Nobel de Medicina!

A sus 63 años, Egas Moniz no necesitó una lobotomía para (casi) despedirse del mundo: un paciente psiquiátrico le clavó ocho balas «porque no me está dando los remedios correctos». Resultado: paraplejia irreversible. Pero la lobotomía no perdió su estrellato.

LA HORA DEL PICAHIELO

El guante lo recogió el médico, Walter Jackson Freeman II (1895–1972). Lejos de dar marcha atrás o al menos meditar acerca de esa técnica absurda –diabólica según algunos credos-, y desmintiendo sus altos títulos académicos, reinventó el método y lo llamó «lobotomía transorbital», popularmente «técnica del picahielo». Sin subterfugios ni atenuantes… un retorno a los tormentos de la Edad Media.

La simple descripción espanta. El estilete o picahielo entra por el ojo del paciente, y un maza de goma corta las conexiones nerviosas del lóbulo frontal. Sólo faltaban los aullidos de los torturados por la Santa Inquisición en el potro de tormento o máquinas similares…

Freeman II dijo que esa técnica estaba destinada a esquizofrénicos sin otra chance terapéutica, pero mintió. Hizo construir un carricoche especial –lo llamó «lobotomóvil»–, viajó por todo el país, concretó más de ¡3.500 lobotomías!

Aún en casos leves y sin fundamento, el instrumento (el picahielo) fue un siniestro reflejo de muerte: fue una de las armas predilectas de los asesinos del género policial negro.

Hasta muy entrados los años 50 y ya con la lobotomía muy cuestionada y con sus banderas bajas, Freeman II no se rindió… hasta que un paciente se le murió en plena operación.

UN CÁNCER LO DETUVO

Pero entre esos miles de casos, desde la alquimia de los chimpancés hasta los delirios del Premio Nobel portugués y su ayudante, más Freeman II y etcétera, en noviembre de 1941 empezó a urdirse una trama secreta en el corazón de la familia dorada: los Kennedy y su loco del altillo. Los blancos, rubios, triunfales, millonarios y poderosos… y su secreto mejor guardado: su esqueleto en el armario. Lo inconfesable…

Y nadie contaba con la pequeña Rosemary Kennedy. La relegada. La innombrable. La invisible. La loca del altillo. La demente que en las novelas decimonónicas vive encerrada y encadenada, y nadie oye sus aterradores gritos.

«BELLA COMO UNA MANZANA»

Rosemary Kennedy era la hija mayor de Joseph y Rose. Nació el 13 de septiembre de 1918. Los médicos y la familia no tardaron en advertir lo evidente: la niña, «bella como una manzana recién cortada y en sazón», según un biógrafo de los Kennedy, apenas hablaba y caminaba, y tenía súbitos y a veces violentos cambios de humor.

Hubo, al parecer, más que un problema genético: una imperdonable impericia durante el trabajo de parto…

Según Kate Clifford en su libro The Hidden Kennedy Daughter (La hija Kennedy oculta), la enfermera intentó detener el proceso porque el médico estaba con otros pacientes, y ella creyó que no era la indicada para entregar a la beba –¡una idiotez social!–, de modo que la obligó a cerrar las rodillas… Esa demora pudo causar una importante pérdida de oxígeno, y acaso la desdicha de toda una vida.

Otro brujo lobotomista, el doctor James Watts, en noviembre de 1941, en secreto («en una instalación del Estado de Nueva York«, se informó vagamente), y por imposición de Joseph, el patriarca, le clavó el irreversible estilete…

Rosemary tenía 23 años. Desde sus 20, los cronistas de Sociales la definían como «una joven bellísima, con los más refinados rasgos de los Kennedy, pintoresca (…) Una princesa de la nieve con las mejillas sonrosadas, sonrisa reluciente, dientes como diamantes, algo regordeta, y dulce con cuantos conoció».

Porque, aunque perfecta como una muñeca de juguete…, en la escuela la llamaban «la retardada». Nunca superó su coeficiente intelectual más allá del tercer o cuarto grado primarios, y la confinaron a una escuela de «inadaptados», como se llamaban: adjetivo que el correr de las décadas lograría su versión más piadosa…

Para colmo, cuando el cuerpo de Rosemary empezó a pasar de niña a mujer, sus terribles padres decidieron que su sexualidad era peligrosa… y decidieron someterla a una lobotomía.

DESAPARICIÓN CON VIDA

Pero… ¿cómo explicar la desaparición de Rosemary, recluida después de la operación en un hogar de Wisconsin, con una mente no superior a los dos años y atada a una silla de ruedas? Nada era imposible para sus padres.

Respuesta: “Rosemary está enseñando en una escuela del Medio Oeste especializada en discapacitado”, una obra maestra del cinismo.

En adelante, sólo su hermana Eunice Kennedy Shriver la visitó, y en 1962 escribió un testimonio desgarrador: «Era hermosa, pero más lenta en gatear, caminar y hablar que sus brillantes hermanos. Amaba la música, y aprendió a bailar, pero preguntaba «¿Por qué los chicos no me invitan?» Cuando mi padre fue embajador en Londres, ella se presentó en Buckingham ante los reyes, y se comportó muy bien…».

Pero el secreto ya estaba decidido y encerrado en una caja fuerte de siete llaves. Rosemary ya no saldría de allí. Nunca más.

Fuente: https://www.infobae.com/america/historia-america/2020/01/05/el-mas-cruel-oscuro-y-mejor-guardado-de-los-secretos-de-la-familia-kennedy/


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