Lo entenderemos mejor de la mano del psicólogo Álvaro Bilbao
La relación entre adultos y niños ha cambiado drásticamente en los últimos años, influenciada por nuevas corrientes como la disciplina positiva. Esta tendencia cuenta con el favor del 61.7% de los progenitores españoles. Sin embargo, algunos comportamientos actuales plantean preguntas sobre si realmente estamos educando bien a nuestros hijos.
Imaginemos a Andrés, de seis años, comiendo un huevo frito con las manos en la mesa familiar. Nadie le dice nada; solo una tía se asombra, pero prefiere no confrontar a los padres del niño. Este tipo de situaciones ya no son raras. La permisividad en el comportamiento infantil se ha vuelto común, pero ¿es realmente beneficiosa?
Otro caso es el de Pablo, de doce años, que entra a la peluquería con su padre. Cuando el padre intenta sugerir un corte de cabello, Pablo le grita: «¡Cállate!». El padre, en lugar de corregirlo, lo observa embobado. Estas escenas reflejan un cambio en la dinámica de autoridad y respeto entre padres e hijos.
La disciplina positiva, una filosofía que promueve el debate y la no imposición, tiene cada vez más adeptos. Pero, ¿qué tipo de adolescentes y adultos estamos criando con este enfoque? Emilio Calatayud, juez de menores en Granada, es crítico con esta tendencia. Recomienda a los padres que recuerden el artículo 155 del Código Civil, que establece que los hijos deben obedecer a sus padres mientras estén bajo su potestad y contribuir a la familia.
Calatayud argumenta que «hemos pasado del padre autoritario al colega», lo que deja a los niños «huérfanos de padres». Subraya la i
mportancia de poner límites, algo que no se asocia necesariamente con el autoritarismo. Según una encuesta, el 88.4% de los participantes creen que establecer límites es crucial para la educación, aunque esta percepción varía entre generaciones.
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El uso del castigo y los cachetes es otro tema espinoso. La mitad de los padres apuestan por combinar castigos con afecto y empatía, mientras que el 41.9% prescinde de ellos. Sin embargo, ante faltas graves, el 73.4% opta por el castigo. Sobre el cachete, el 45.7% lo usan ocasionalmente y el 36.3% nunca. Calatayud defiende que «un azote a tiempo no pasa nada, si se da en el momento justo y con la intensidad adecuada».
El psicólogo Álvaro Bilbao, autor de «El cerebro del niño explicado a los padres», coincide en que los límites son esenciales. Advierte que la ausencia de límites puede llevar a un subdesarrollo de la corteza prefrontal del cerebro, afectando el control de impulsos y la toma de decisiones. Bilbao también critica la excesiva dependencia de las pantallas. El 94.5% de los padres creen que los niños deben aprender a usar cubiertos, pero a menudo se ven comiendo mientras miran sus dispositivos, una práctica que el 69.1% de los padres rechaza, aunque el 26% lo permite en ocasiones.
Calatayud es tajante respecto al uso de móviles y tablets. Cree que «regalar un móvil por la primera comunión es una barbaridad», y que los dispositivos no deberían permitirse hasta los 14 años. Este control es vital para evitar que los niños se vuelvan dependientes de la tecnología, aunque solo el 34.6% de los padres piensan que no deben entretener constantemente a sus hijos.
Finalmente, Bilbao resalta que, aunque hay muchos libros sobre crianza, el instinto parental es fundamental. Señala que los padres que leen demasiados libros a veces están más confundidos. La clave, según él, es encontrar un equilibrio y disfrutar del proceso de crianza.