¡Estamos enjuiciando a un muerto!. La conducta de políticos totalitarios, y de una prensa servil, antiaprista es la de pesquisar a un muerto, Alan García. Hoy día personajes siniestros como Luis Nava que fue un obsecuente con Alan durante su mandato, para liberarse de responsabilidades personales, por las que está preso, se ha vendido a cambio de calumniar post mortem al ex presidente.
De los cargos que formula no ha presentado ningún instrumento que ratifique sus desdichadas afirmaciones. A cambio de ellas se le ha variado judicialmente la detención preventiva por arresto domiciliario. Aparece ante la opinión pública como un traidor que recibe la merced de una pseudo libertad.
Todo esto se ha logrado porque el Perú es un país en que la naturaleza de los jueces es innatamente prevaricadora. El único pecado que yo encuentro en Alan García fue tolerar la alianza del Apra con el Fujimorismo. Moralmente el fujimorismo no apoya nada al aprismo. Al contrario, lo mengua y descalifica.
El partido de Fujimori es un movimiento daltónico que no distingue el bien del mal. Hoy día está menguado y acéfalo, pero ya nos causó el daño. Es un caso peligroso porque está en manos de jueces y fiscales innatamente serviles. No se ha visto nunca que la eufemísticamente llamada “confesión sincera”, sirva para acusar a un muerto.
Sacarán “pruebas” e “indicios” que Alan no los puede refutar desde su tumba. Todos los días vemos a personajes y personajillos atacar al ilustre difunto. Ninguno durante su vida y se atrevió a lanzar esas mendacidades. Entre ello, Nava, que se benefició con su amistad y puestos públicos que nunca hubiera obtenido por mérito propio o sin García.
Es cierto que en estos años se ha condenado al ex presidente Fujimori y procesado penalmente a Toledo, Humala, Kuczynski pero en esos casos hay pruebas irrecusables.
En el Perú tenemos casos de presidente condenados, pero también hay un caso acontecido en el siglo XIX, que derrocado del poder “por indigno” nunca fue condenado por ningún delito, simplemente por decreto se le declaró indigno de la nacionalidad peruana. No se llegó a decir “traición”.
Ese decreto fue luego anulado juntamente con otras resoluciones, así que nos queda solamente el affair de un occiso. ¿Qué pruebas hay contra él? Ninguna. Solamente los dichos de los eunucos que durante su mandato estuvieron herméticamente callados. Hoy han caído en la soplonería infundada pero ayer, durante el mandato de AGP fueron obsecuentes, serviles yayayeros.
Por: Javier Valle Riestra