Perú vive su peor tragedia. Obra y gracia de la madre naturaleza y la consabida improvisación y corrupción de nuestras autoridades. El ciclón Yaku, el terremoto en el norte y el fenómeno del niño, es indicativo que nada se previene, todo se improvisa. Entonces, la reconstrucción sin corrupción resultó siendo la reconstrucción de la corrupción.
Desde 1983 el ciclón no asolaba nuestras costas, pero los deslizamientos e inundaciones ocurren casa verano. Entonces, cómo algo que se sabe va a ocurrir cada año, no se tomaron las acciones de prevención. Por el contrario, se limitan a intervenir en franco desorden, recién en momentos que aparecen estos fenómenos.
El ciclón Yaku se alejó de nuestras costas. Al alejarse se incrementan las lluvias en Lima y el caudal del río Rímac. Aparece el Fenómeno del Niño con sus efectos devastadores. Vivimos una recurrente falla en el sistema de prevención y una escasa atención a estos fenómenos naturales que sumergen al País en el desastre, el dolor, la muerte y la angustia.
Como siempre los más afectados son los pobres. Los supersticiosos dirán alguien saló al País y castigó con más intensidad al Norte por no solidarizarse con el Sur. Eso es poco serio; lo real es que este fenómeno ha dejado 61 muertos, 15,400 damnificados, 1599 viviendas destruidas y una pérdida económica cercano a los 4,000 millones de dólares.
El ciclón es producto de los efectos del calentamiento global; obra del ser humano. La contaminación lo dice todo y la angurria del dinero, también. Ya Liliana Miranda, coautora peruana VI Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) en sus proyecciones advertía voluminosas precipitaciones en nuestro País; de poco valió. Tampoco vale la Comisión Nacional de Cambio Climático que “funciona” desde el año 1993. Nadie le da importancia empezando por el Poder Ejecutivo y el Congreso de la República.
Hay una pérdida de humanidad y de memoria en relación con estos fenómenos que nos está conduciendo a un estado de insensibilidad suicida. Se tiene que ser un imbécil para ignorar la acción de la naturaleza. Peor aún provocarla, porque es la vía más segura hacia mayores desastres.
Todo se hace mal, incluso, la Ley de Recursos Hídricos no tiene una connotación de prevención más amplia o futurista. Establece que no se puede construir viviendas en zonas limitada por la “máxima crecida de los ríos “. ¿Y los eventos excepcionales como el ciclón Yaku y el cauce natural de río?
Para colmo de los males resulta que la Autoridad Nacional para la Reconstrucción con Cambio (ARCC) creado el año 2017 a consecuencia del Niño Costero, dispone de un presupuesto de 25,000 millones de soles y tiene como mayor “mérito” las pésimas construcciones con cero prevenciones.
El Perú debe imponer un impuesto excepcional de solidaridad sobre las utilidades de las grandes empresas y destinar el 10% del canon minero a un fondo intangible, destinado para fines de prevención.
(*) Abogado penalista y analista político.