Por: Edgar Alarcón Tejada / Este 31 de agosto, la Junta Nacional de Justicia juramentará a quienes resulten elegidos como jefes de Onpe y Reniec, luego de un largo concurso de selección.
Más allá de algunos comentarios insidiosos expresados a través de algunas redes sociales, el proceso se ha llevado a cabo sin contratiempos y, hasta donde sabemos, respetando el principio meritocrático que debe imperar en tales
actos.
Es importante destacar la trascendencia de que este proceso se lleve a cabo con total transparencia y que no se acepten presiones políticas o mediáticas, ni recomendaciones de ningún tipo, vengan de donde vengan, de suerte que salgan elegidos funcionarios probos, con experiencia y conocimiento.
En tal sentido, no exageramos cuando decimos que el prestigio de los miembros de la JNJ, entidad que viene refundándose con nuevo nombre e integrantes sobre las cenizas del extinto CNM, tiene en esta ocasión una verdadera prueba de fuego.
Y es que estos actos preparativos para la elección de dos de las tres autoridades electorales del denominado Sistema Electoral peruano, serán fundamentales para asegurar la legitimidad de las Elecciones Generales de abril del 2021, que permitan elegir al Presidente de la República y al Congreso con los que iniciaremos un tercer siglo de vida como República.
En 1930, el país salía de un periodo de crisis política: en 7 meses se habían sucedido 6 presidentes de la República. Destituido el presidente Augusto B. Leguía, lo sucedieron en el Poder en ese breve lapso Manuel María Ponce Brousset, Luis Miguel Sánchez Cerro, Mariano Holguín Maldonado, Ricardo Leoncio Elías, Gustavo Jiménez y nuevamente Luis Miguel Sánchez Cerro, quien entrega el cargo a David Samanez Ocampo, para que encabece la Junta Nacional de Gobierno encargada de hacer retornar al país a la democracia.
Es así que, en apenas ocho meses, Samanez Ocampo (un político jubiliado a quien la historia recuerda como «El último montonero»), trajo la paz política, dio un nuevo Estatuto Electoral y convocó a elecciones generales.
Al hacerlo, prometió al país que: «Elecciones libérrimas, con seguridades perfectas, garantizarán la formación de los poderes constitucionales, como genuinos exponentes de los diversos sectores políticos del país».
Algunos hechos de entonces hallan ligera similitud con los momentos actuales, salvando matices y alguna que otra diferencia:
El presidente Leguía fue recluido y finalmente murió en la cárcel. Hubo presidentes depuestos en un breve lapso de tiempo. Y la crisis imperante fue aprovechada para crear un organismo electoral autónomo, independiente que ha sabido ganarse un merecido prestigio a lo largo del tiempo (Tal es el origen del Jurado Nacional de Elecciones).
Hoy, como ayer, la República demanda de quienes tienen a su cargo la elección de las personas que conduzcan a las entidades electorales, la seguridad de que ofrezcan con ello «Elecciones libérrimas, con seguridades perfectas, que garanticen que los poderes constitucionales sean genuinos exponentes de los diversos sectores políticos de la nación».
Los ojos del país observan el proceso.
(*) Congresista de la República