Por: Juan Sotomayor
El respeto es uno de los valores que sustentan la convivencia humana. Empieza por uno mismo y se basa en la reciprocidad. Esto quiere decir que para exigir respeto, debo ser el primero en ofrecerlo. Para guardar y mantener el respeto por alguien, no es necesario que esa persona piense igual que yo. De hecho, cultivar el valor del respeto hacia las personas que piensan distinto y que discrepan con nosotros, es una buena señal de la educación y grandeza de un ser humano. El respeto hay que brindarlo sin condiciones, pero también hay que saber ganárselo, especialmente cuando se ejerce autoridad.
Esta disquisición puede parecer obvia, pero resulta necesaria si tomamos en cuenta que en nuestra sociedad son muy frecuentes los faltamientos de respeto entre personas, en todo nivel. Ejemplos hay a montones y algo debemos hacer.
Por ejemplo, resulta muy preocupante ver como las sesiones del Congreso, tanto en el pleno como en las comisiones, se han convertido en un centro de discusión donde los agravios van de una bancada a otra, demostrando con ello una total falta de respeto hacia los propios congresistas y hacia la ciudadanía que cada día se ve menos representada en esta institución.
Día a día, las noticias nos muestran los incidentes y altercados verbales que se producen en el Congreso. Expresiones altisonantes y gestos inadecuados suelen ser lo más destacado luego de largas jornadas de trabajo y debate.
No dudo de la buena intención y ganas de hacer bien las cosas por parte de muchos congresistas. Intuyo también que no se pasan todo el tiempo insultándose ni acusándose mutuamente. Es más, se sabe que más allá de las diferencias de opinión y los puyazos a que nos tienen mal acostumbrados, entre ellos suele existir un nivel de confianza y amistad que sorprendería a muchos.
Hay quienes dicen que la confrontación es inherente a la política. Estoy de acuerdo, pero ello no justifica la falta de respeto entre congresistas. Hay formas edificantes para discrepar. Hay otros que jocosamente dice que eso hace interesantes y le pone sazón a nuestra política de cada día. Discrepo totalmente. El Primer Poder del Estado debe ser modelo de ciudadanía y yo prefiero sesiones llenas de seriedad, incluso aburridas si se quiere, pero fructíferas para todos.