Servicio médico informa que José Rojo solo recibió contusiones y un puntazo.
La imagen ha sido bastante angustiosa, ciertamente, de aquellas que ocasionan un escalofrío en los tendidos. José Rojo, un novillero de la metrópoli extremeña de Trujillo, que se presentaba en Las Ventas, se perfiló para asesinar al segundo novillo de la tarde, Fabiolo de nombre, que lo esperó con cara de mala uva luego de un comportamiento bastante deslucido en el último tercio.
Una vez que el torero ejercitaba la suerte, el animal levantó la cara y sus astifinos pitones lo prendieron por el pecho; el toro lo levantó del suelo, lo zarandeó con saña y lo arrojó contra la arena. El torero intentó incorporarse hasta en 3 situaciones, pero no pudo. A medida que las asistencias lo trasladaban a la enfermería con más voluntad que acierto en las maneras sanitarias —lógico, por otro lado, en aquellos instantes de tensión—, los escasos espectadores que asistían al festejo quedaron sobrecogidos. La cogida ha sido bastante fea.
Afortunadamente para el adolescente torero rápido llegaron noticias tranquilizadoras de la enfermería, y el parte doctor confirmó que solo había sufrido “un puntazo corrido en la cara anterior del tórax, contusiones en la rótula derecha y en el tendón de Aquiles derecho, y otro puntazo infra mandibular derecho, de pronóstico leve”.
Un milagro de los varios que suceden en una plaza. Por cierto, Rojo salió para lidiar el quinto de la tarde como si hubiera ocurrido nada. Otro evento que únicamente se explica por dicha materia extraña de la que, mencionan, permanecen hechos los toreros.
Y lo cierto es que el adolescente abandonó una buena impresión frente a la afición madrileña; bueno, frente a los pocos aficionados que acudieron pues la tarde, ventosa y heladora, aconsejaba quedarse en el hogar anteriormente que exponerse a un serio constipado.