Como corolario de la demora del INEI en publicar el índice de pobreza, pues se armó la batahola, algunos decían que se quería esconder su crecimiento, otros decían que era para tener tiempo de maquillar la cifra y algunos otros, candelejones por cierto, que se trataba de inocente olvido.
Sea cual fuese la motivación, lo cierto es que la pobreza y pobreza extrema en lugar de bajar, pues subió y por ello la discusión varió de direccionalidad, transformándose en infinidad de opiniones sobre si la fórmula de estimación de ella era la correcta o no. Los economistas en su garbanzal discutiendo sobre los mecanismos para la medición.
Lejos los tiempos de Alan II en que la pobreza se redujo significativamente gracias a la eficiencia en lograr el balance presupuestal entre ingresos y egresos, ejecución de obra pública y generación de confianza entre los inversionistas, también se evitó en lo posible el gasto superfluo. ¡Tiempos aquellos!
Ahora la pobreza ha aumentado significativamente y ello tiene sus razones, algunas por obra de la naturaleza, pero muchas por acciones y omisiones gubernamentales.
Efectivamente la naturaleza metió su mano con la pandemia del COVID 19, que sumada a la pésima respuesta del gobierno lagarto hicieron estragos en la Economía. Luego el tifón llamado “Yaku”, que pese a que no estamos cercanos a su principal escenario, también dejó su secuela, a la que se sumó el Fenómeno del Niño, que pese a que fue mucho más benigno que la gravedad de lo anunciado, también dejó consecuencias ya que hubo que hacer inversiones preventivas que dejaron mucho que desear.
Sin embargo, lo peor no fue lo de responsabilidad de la naturaleza sino de la obra humana, pues en un quinquenio hemos tenido como promedio, un Presidente de la República por año, conflictividad y ruido político como también protestas sociales violentas, guerra declarada y no declarada entre las altas autoridades del Estado y las instituciones que representan, la judicialización de la política así como la politización de la justicia, que sumado a los excesos jurisdiccionales en cuanto a detenciones preliminares y preventivas, allanamientos e incautaciones, nos dejan un panorama sombrío para no decir desolador.
Los escándalos de frivolidad materializados en relojes “Rolex”, así como los familiares encarnados en el “hermanísimo”, también han dejado huella, por lo que no debería a nadie asombrarse del dicho del Ministro de Economía y Finanzas, en el sentido de que la hemos “sacado barata”, pues con todo lo acontecido la cosa pudo ser bastante peor.
Si queremos que reviertan las cifras de pobreza no queda otra que terminar con el ruido político y jurisdiccional, hacer intensa y rápida obra pública, destrabar los proyectos privados pendientes de autorizaciones, permisos y licencias, así como una tarea seria de simplificación administrativa, derogando o dejando sin efecto tanto trámite perturbador. Para todo esto se requiere decisión política firme y no meras expresiones verbales.