Como sabemos, por mandato constitucional la administración económica y financiera del Estado, se rige por el presupuesto que anualmente aprueba el Congreso, el que debe asignar los recursos en forma equitativa, pero lo principal es que “debe estar efectivamente equilibrado”, pero no solo el presupuesto que antes de finalizar el mes de noviembre de cada año, el Parlamento aprueba para el siguiente ejercicio, sino también el proyecto presupuestal que el Poder Ejecutivo le propone al Poder Legislativo.
Probablemente quienes no estudiaron en la escuela, “Educación Cívica”, se preguntarán ¿Qué es lo que significa que el presupuesto sea equilibrado? Pues muy sencillo, que no se puede gastar más allá de los ingresos, pues si sale más dinero del que entró al erario nacional, se incurrirá en déficit lo que a su vez genera inflación, que es lo que más perjudica a los ciudadanos.
Los ingresos principales con el que se cuenta para la formulación del Presupuesto General de la República, son los ingresos tributarios, en cuyo rubro están los impuestos, aranceles, tasas y otras contribuciones, entre otros. Si los ingresos no alcanzan, no se puede gastar, por ello es tan importante que el Ministerio de Economía y Finanzas, al preparar el proyecto presupuestal lo haga con una evaluación objetiva de los ingresos, para no precipitarse en los egresos. Esto quienes más lo conocen, por experiencia propia, son las amas de casa que, para no excederse más allá del ingreso familiar, se ven precisadas a ser milagrosas e ir variando componentes de la canasta familiar para no “sonar” como dicen los más jóvenes.
Como hemos estado acostumbrados en los últimos tiempos, gran parte de las instituciones públicas, no gastan la totalidad de las sumas presupuestadas para gastos y al existir excesos estos revierten a las arcas del Sector Economía y Finanzas, destinándose a las reservas para contingencias, que luego de lo gastado para paliar inundaciones como también sequías, además de la atención en salud por la pandemia, esas reservas deben estar bastante alicaídas, cuando no inexistentes.
Por todo lo expuesto, ahora que se analiza y luego se debatirá el Presupuesto General de la República para el año 2024, es necesario sobre todo, evaluar con prolijidad el rubro de los ingresos para el próximo año, pues si como han anunciado las autoridades monetarias, las nuevas inversiones al igual que el crecimiento del país será una quimera, con lo cual y como consecuencia los ingresos tributarios disminuirán, se tendrá que ser muy cauto para no desbordarse en el gasto, pues de ser así, sufrirá toda la población.
Insistimos el presupuesto tiene que estar equilibrado o balanceado o como quieran decirlo, y para ello no debe haber excesos de la proyección de los ingresos, pero si muchísimo realismo. Una cosa es ser optimista, pero otra y muy lamentable es ser irresponsable, por lo cual como sana medida deberían también dictarse algunas disposiciones de austeridad, sin asignar recursos a lo que no sea absolutamente indispensable, terminar con tantas consultorías y centrarse en lo que es indispensable, más los recursos de prevención y paliación de desastres naturales.