El espectáculo de ver a las barras de dos importantísimos clubes de futbol enfrentadas, pero no con vivas al equipo de su preferencia, sino a golpes, patadas, puñetes e incluso con armas, ha sido terrible.
No contentos con la mutua agresión, también lo hicieron con transeúntes que nada tenían que hacer con el partido de futbol al que nos referimos y, encima causaron daños a viviendas y establecimientos comerciales aledaños al inmenso estadio en que se jugó el partido.
La cercanía a un estadio de primer nivel que pudo ser beneficiosa para los vecinos se ha convertido en una maldición, gracias a algunas barras que lejos de aplaudir a su equipo, lo que hacen es perturbar la tranquilidad pública y perpetrar infinidad de delitos.
Con los actos violentos y vandálicos a los que nos referimos, se cometen actos considerados como delitos en nuestro Código Penal, el cual señala las penas para los infractores. Los delitos a los que nos referimos son de lesiones, violación de domicilios, delitos contra el patrimonio como hurto y robo, delitos contra la tranquilidad pública y daños.
Para enfrentar la ola delictiva a la que nos hemos referido, se requieren acciones desde diversas direcciones. La primera es la acción de los clubes deportivos que deberían expulsar de su institución a quienes incurren en los enfrentamientos.
La segunda es desde el Congreso que para el caso del delito de daños debería determinar como pena complementaria a la de carcelería, la reparación de los daños con trabajo comunitario y sin perjuicio de la correspondiente indemnización, sometiendo a los castigados a la exposición pública para su vergüenza.
La tercera es desde el Ministerio Público y Poder Judicial, activando juzgados de flagrancia, que es una de las más novedosas creaciones gracias a la determinación del actual presidente de la Corte Suprema, lo que hará que los enjuiciamientos sean inmediatos y rápidos.
La cuarta es desde la Policía Nacional, que para ciertos partidos que pueden presagiar desmanes, aumenten el número de efectivos que realicen acción disuasoria y que, de producirse actos de violencia, ubiquen y arresten a los infractores en flagrancia para que de inmediato puedan ser denunciados y procesados.
No está demás señalar que es muy importante la educación desde el hogar, en que los padres tienen responsabilidades para enseñar a sus hijos a respetar las reglas de convivencia pacífica, concurrir a los estadios para estimular a los equipos de los que son hinchas, pero sin acciones reñidas con la ley y los estándares de buena conducta.
Los clubes que tratan de incrementar sus barras o hinchadas tienen también la obligación de hacer tarea educativa. Cuando hay actos de violencia no pueden hacerse los desentendidos, deben enfrentar el problema y hacer docencia para que los hechos desdorosos, que en estos casos son delincuenciales, no se vuelvan a repetir.
Como vemos hay acciones que tomar, pero hay que hacerlo ya, antes de tener la repetición de los vergonzosos y repudiables actos a los que nos referimos.