Por: Ántero Flores-Aráoz / Se repite hasta el cansancio, que necesitamos un Estado menos grande pero más eficiente y, parecería que todos estamos de acuerdo en ello, sin embargo, gobierno tras gobierno, se regocijan en ampliar el tamaño del Estado, con la triste consecuencia de hacerlo más ineficiente.
Creo que ya está probado que el tamaño del Estado va en relación inversa a su eficiencia. Más grande, pues menos eficiente. Empero, nos hemos acostumbrado a que cada nuevo gobierno, sea nacional, regional o municipal, llega al ejercicio de la función, con recargada mochila de nueva gente que ingresará a la planilla pública, aumentando innecesariamente su número.
El vicio de nombrar y nombrar funcionarios, así como de contratar empleados públicos regulares o bajo el régimen CAS, es de tal magnitud que ya parece pandemia, Y, hablando de pandemia, no ha habido día durante la cuarentena, en que no hayan aparecido en el diario oficial “El Peruano”, nombramientos.
Si hemos estado en cuarentena, y no han estado laborando a plenitud las oficinas del Estado, nos preguntamos ¿por qué prosiguió el jolgorio de las contrataciones que se pagan con nuestros impuestos?
Por un lado, se les contrata para no hacer nada y ni siquiera concurrir al organismo público contratante y, lo que es peor, a sabiendas que, como consecuencia de la pandemia, se reducirán los ingresos tributarios del Estado. Esto ya raya en supina irresponsabilidad.
Por lo demás, parecería que, a los más altos funcionarios de la administración pública, les encanta estar rodeados de “su gente”, pero sin prescindir de la que encontraron, con lo cual la planilla del sector público, crece y crece como elástico, pero ojo, el elástico también se puede romper.
Esta forma de gobernar, no solo atenta contra la eficiencia, sino que desmotiva la preparación de una sólida carrera pública, en que los funcionarios técnicos permanecen, así cambien los gobiernos, y solo se sustituyen a los de nivel político, como pueden ser ministros y viceministros, entre unos cuantos más.
Pero el tema es muchísimo más grave, desde unos cuantos años atrás, se crean y crean nuevos organismos e instituciones públicas, adscritas o sin adscripción a ministerios y ello, sustentado en infinidad de pretextos.
Se les llama a las nuevas instituciones, organismos públicos descentralizados, programas especiales, corporaciones, comisiones ejecutivas, comisiones consultivas, superintendencias e intendencias, unidades ejecutoras, entes reguladores, instituciones fiscalizadoras y, en fin, cuanto la imaginación albergue, y cada vez que se crea alguna de ellas, por supuesto, más contrataciones de funcionarios y personal que todos pagamos con nuestra tributación.
Lo peor, es que los administrados no sabemos a qué autoridad o repartición recurrir, y cuando nos apersonamos a alguna, pues te dicen como el juego infantil, “a la otra esquina” o su expediente lo tiene el “gran bonetón”.
A más personal y funcionarios, hay que darles alguna ocupación para que además de “matar moscas” hagan algo y, lo que hacen, es para poner más sellos y más proveídos en los expedientes, con lo cual los permisos, licencias, autorizaciones, sino reclamos, durarán más que Matusalén.
¡Basta ya!
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