Por más que hago memoria, en las ocho décadas de existencia, no he visto una situación como la que estamos viviendo. Investigando en la historia republicana de nuestra patria, tampoco encuentro antecedentes.
Los sucesos de los últimos años parecerían ser novelescos y no históricos, pues son tan insólitos que asemejan a la imaginación más nociva que recordemos. Hemos tenido como promedio en el último quinquenio, un presidente de la República por año, incluido uno con menos de una semana. También hemos sido testigos del indulto a Alberto Fujimori, pero que se revocó, lo que además de inaudito es una aberración jurídica.
Hemos observado a un presidente de Consejo de Ministros irrumpiendo en una sesión congresal. También hemos sido testigos de un presidente de la República que cierra el Congreso por supuesta denegación “fáctica” de confianza.
Asimismo podemos recordar a un gobierno con el manejo más perverso e ineficiente, además de sospechoso, de la pandemia del Covi 19, así como también a un parlamentario que se hizo elegir presidente del Congreso para asumir la presidencia de la República y declarar héroes de la patria a dos prontuariados, poniéndolos en el mismo altar patriótico de Grau, Bolognesi, Ugarte y Quiñones, pero ya el colmo fue que el peor presidente de nuestra bicentenaria República, hizo un golpe de Estado en que ni siquiera su chofer lo respaldó.
Bueno pues, todo lo expuesto no es nada en comparación de lo que estamos viendo en estos días, es decir un pugilato de lucha libre entre todos los altos funcionarios del Estado, pero además con confrontaciones de grueso calibre entre las instituciones estatales. En el Ministerio Público fiscales supremos exigen la renuncia de la Fiscal de la Nación, esta última con asesores bastante cuestionados. Fiscales de menor rango denunciando a otros de mayor rango, incluso con allanamientos de domicilios e incautación documentaria.,
La Junta Nacional de Justicia abriendo investigación a la Fiscal de la Nación, esta última denunciando ante el Congreso a la presidenta de la República y a algunos de sus ministros y ex ministros. El Tribunal Constitucional ad portas de resolver una acción competencial entre el Ministerio Público y la Junta Nacional de Justicia. En el Congreso las voces altisonantes no bajan de volumen, con la sola excepción de su presidente que parece de afonía perpetua, pues ni la voz se le conoce, aunque si su firma dando bonos por doquier con dinero de todos los peruanos.
Como si todo lo anterior no fuese poca cosa, tenemos un presupuesto público para el próximo año, con ingresos sobrevaluados, pese a que la recaudación tributaria decrece. Los comerciantes que pensaron que en las fiestas de fin de año harían su agosto, pues perdieron las esperanzas.
Las inversiones tan anunciadas para reducir la recesión, pues brillan por su ausencia y podríamos seguir y seguir, pero no queremos recordar a Dante con su “Divina Comedia”.
Antiguamente podríamos recurrir como referentes, para poner orden y aquietar las aguas, a algún ex presidente de la República, pero lamentablemente o dejaron de existir, o están presos o están sometidos a procesos judiciales de carácter penal. Tampoco tenemos otros referentes, como fue Luis Bedoya Reyes, donde voltear la cabeza para solicitarle colaboración y acción.
Mirando el horizonte institucional y personal, ojalá el secretario ejecutivo del Acuerdo Nacional, Max Hernández Camarero, tome el guante y convoque a un Consejo de Estado en que las altas autoridades del país puedan dialogar, limar asperezas, alcanzar soluciones y hasta de ser el caso, postergar pretensiones, pues hasta el momento el único perdedor es el Perú y los peruanos, y esto tiene que parar. Hernández tiene además de experiencia y buen tino, su profesión, que podrá hacer que la sensatez vuelva a este estado demencial que nos ha tocado vivir.
Esta lucha de todos contra todos, es perniciosa y a no dudarlo, facilita las pretensiones de quienes quieren que se vayan todos, adelanten elecciones y se convoque a Asamblea Constituyente, pese a que todo ello, es contrario al mandato constitucional. A tenerlo presente.
