Como sabemos, los ciudadanos peruanos, como consecuencia del resultado de la primera rueda electoral del pasado 11 de abril, nos encontramos en una gran encrucijada, dado que tenemos que escoger entre dos antípodas.
Una es quien ha expresado y reiterado su compromiso con el sistema democrático, con el respeto a la Constitución y al estado de derecho, así como al sistema económico financiero, sustentado en la economía social de mercado. Evidentemente no fue la única candidata ni la única agrupación política que adhirieron a tales principios, por lo que se espera que mantengan su posición ideológica.
En el otro extremo se encuentra el candidato y la agrupación política con la que ha postulado, que se declara socialista, marxista-leninista, mariateguista, que quiere cambiar íntegramente nuestra Constitución, dejar de lado contratos celebrados por el Estado, nacionalizar las fuentes de producción como gas, hidrocarburos, minería, telecomunicaciones y diversas otras actividades, poniendo como ejemplo a Venezuela, entre algunos otros países que han sufrido el duro flagelo de hacer triste realidad las políticas populistas ya trasnochadas y obsoletas que únicamente han generado más pobreza y falta de libertades.
Para acreditar lo últimamente dicho, no se requiere ser zahorí ni tampoco visitar a países como Cuba, Nicaragua y Venezuela, basta con conversar con cualquiera de los aproximadamente un millón de venezolanos que se encuentran en el Perú, después de haber huido de Venezuela.
A los venecos los encontramos en todas las esquinas, en todos los barrios populares, en todas las circunscripciones del Perú y, si bien hay algunos que son antisociales, la mayoría de los que han emigrado a nuestra patria son personas de bien, laboriosas, respetuosas de la ley y lo único que quieren es encontrar un lugar que los albergue y les de las oportunidades que la hoy República Bolivariana de Venezuela no les puede dar, al estar (des)gobernada por la dictadura chavista hoy representada por Nicolás Maduro.
Los venezolanos nos pueden corroborar los motivos por los que huyeron de Venezuela, y no por una diáspora de guerra, sino algo peor, en su propia patria se han hecho del poder un grupo de aventureros, con notoria participación en la corrupción, que han hecho seda y pabilo a su país, terminando con la más mínima esperanza de mejora.
Los venezolanos huyeron de su país, y no lo hicieron con la billetera llena ni en vehículos de lujo o en pasaje de primera, miles de miles de ellos huyeron a pie, traspasando fronteras, muchas veces hasta indocumentados, pasando la mar y morena, en búsqueda de nuevas oportunidades.
Ellos pueden dar fe de como el país que fuera el más rico de Sud América, con ingentes recursos petroleros, hoy no tienen ni combustible para los vehículos, no hay trabajo, el gobierno ha terminado con la libertad de prensa, sus elecciones son amañadas y literalmente los venezolanos se mueren de hambre.
Esos venezolanos que han tenido que hasta alejarse de sus familias, dan fe de lo que no debe ser un país y de los peligros que encierra el comunismo.