Por: Ántero Flores-Aráoz / Urge un monumento

Se erigen monumentos para que perduren en la memoria: personajes, situaciones y acontecimientos de relevancia que de otra forma podrían quedar en el olvido o carecer de la connotación que merecen.

Con justicia se han colocado en parques y plazas de infinidad de ciudades de nuestra patria, monumentos y bustos de Francisco Bolognesi, de Miguel Grau y de José Abelardo Quiñones, para perpetuar sus sacrificios por la patria, o de don José de San Martin y de don Simón Bolívar, para recordar la gesta emancipadora, sin olvidar las batallas de Junín y de Ayacucho que cerraron la mencionada gesta.

Así también existen monumentos al descubridor don Cristóbal Colón, al médico-mártir Daniel A. Carrión, a los diplomáticos insignes como Raúl Porras Barrenechea y Víctor Andrés Belaúnde, a destacados poetas como César Vallejo y a imborrables pensadores políticos como Víctor Raúl Haya de La Torre, entre otros.

Sin embargo, hay una omisión notoria, respecto de un notable peruano, como quien fue el gran emprendedor Luis Banchero Rossi, situación que indirectamente nos ha sido recordada al leer en un medio local, un aviso con la remembranza de los cincuenta años de su partida. El aviso en cuestión menciona que “se le recuerda con mucho cariño, admiración y orgullo como una persona comprometida en velar por su familia y su país”. Agrega que “…fue un gran líder y empresario que generó miles de puestos de trabajo en el Perú y llevó a la industria pesquera peruana a ser la primera a nivel mundial”

También señala el obituario que “cincuenta años después de su inesperada partida su espíritu emprendedor y ejemplo nos siguen iluminando”, lo que más que una realidad es un buen deseo, pues desde el Estado como tampoco desde los sectores empresariales y laborales, no nos hemos ocupado en erigir un monumento a su memoria, que enseñe a las generaciones futuras que se puede generar riqueza, brindar puestos de trabajo y propender al desarrollo del país, partiendo de la nada.

Luis Banchero Rossi fue hijo de modestos inmigrantes, nació en Tacna y después de sus estudios recorría el Perú como agente vendedor de diversidad de productos, hasta que forjó raíces en Chimbote dedicándose al envasado de conservas de pescado, a la elaboración de harina de anchoveta y de otras especies marinas, a la exportación de productos ictiológicos y a generar enormes ingresos económicos al país desde sus operaciones de comercio exterior.

Banchero fue asesinado a los 42 años, el primero de enero de 1972, oscuro y tenebroso crimen que fue atribuido al jardinero Juan Vilca, aunque no hay seguridad que así fuera, ya que su sola figura y liderazgo empresarial anticipaban la posibilidad de ingresar exitosamente a la política, lo que produjo envidias y desencuentros, más cuando la conducción del país había sido asumida por un golpe de Estado.

Ojalá que desde el Estado o desde el empresariado liderado sea por CONFIEP o por la Sociedad Nacional de Pesquería, se perennice el recuerdo de un excelente emprendedor como Luis Banchero Rossi.


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