Cuando se lea esta columna, el inefable Pedro Sánchez Pérez-Castejón habrá tomado una decisión: seguir o no en la jefatura de gobierno español. El líder del progresismo y socialismo español, abrumado por los escándalos al interior de su partido, la falta de gobernabilidad con sus socios de EH Bildu (País Vasco) e independentistas catalanes (Cataluña), así como por la denuncia de la organización de derecha Manos Limpias contra su esposa, Begoña Gómez, por tráfico de influencias y corrupción privada, recurre al viejo manual de la política tradicional: hacerse la víctima y con esto movilizar a todos los asalariados de las ONG abortistas, feministas confundidas, Movimiento LGTB+ Plus, Cataclismo Climático, Energías no tan Renovables y demás trincheras progres jugosamente remuneradas con dineros del estado, para que le rueguen que no se vaya, porque corren riesgo sus salarios.
No vaya a ser que un Milei español surja de la nada misma y empiece con los recortes, sinceramiento de la economía y una brisa de lucidez y libertad invada las caóticas mentes de nuestros hermanos mayores. Pero todo este drama ibérico tiene un relato que empieza con la misma elección del personaje de esta columna.
Pactar con el diablo tiene un costo, y eso es lo que está pagando Sánchez al utilizar el mal trecho sistema español para mantenerse en el poder, pese a perder las elecciones. Pacta con las minorías impresentables, el brazo político de ETA, Bildu (País Vasco) y los independentistas de Junts per Catalunya.
Estos destructores del estado español, conscientes de la necesidad de sus votos para gobernar, están solicitando concesiones insalvables y los socialistas, en su necesidad de seguir en el cargo, ceden y conceden. «La ley de amnistía» (perdón para los que declararon la independencia de Cataluña en el 2017) fue la última de muchas degradaciones y vergüenzas de las que son capaces.
En el horizonte cercano se viene que no se dude el pedido de referéndum para una «Cataluña libre» versión 2025, al que se sumarán los vascos, o ceden a estos pedidos o no les aprueban los presupuestos generales de la nación, lo que haría imposible gobernar.
Pero la corrupción es también un signo de distinción para los más fieles difusores de la agenda 2030. El caso Pegasus (espionaje e interceptación telefónica , incluido el Móvil del mismo Sanchez), Caso KOLDO (compra de mascarillas inservibles en plena pandemia que involucra a ministros de su más cercano entorno) y finalmente la cereza que corona el pastel y que lo obliga a realizar esta maniobra política: su esposa, Begoña Gómez, asesoraba a un conglomerado empresarial, GLOBALIA, dueña de AIR EUROPA, justo en el momento en que gestionaba con el gobierno español un millonario plan de rescate económico por 475 millones de euros.
En consecuencia, la fiscalía inicia una investigación sumarísima y Sánchez, con su ego monumental, amenaza con renunciar. Estos son los hechos; sus camaradas ya hacen cuentas: perder el manejo del estado no es opción. En un rincón, el canciller de las dictaduras de Hispanoamérica espera su oportunidad: Rodríguez Zapatero, un truhán por otro truhán.»
(*) Analista Internacional