En la industria del vino, uno tiene que estar advertido que la diferencia en su aroma y el denominado bouquet, es que en el primer caso ello se deriva de la variedad de la uva y en el segundo del proceso de fermentación y envejecimiento en la elaboración del vino. Hay pues olores en el vino derivados de este proceso, como el de vainilla, los que provienen de las barricas de roble en que se envejece el mismo. Y aunque la diferencia es muy marcada hay a veces confusión, pues hay aromas primarias, secundarias y hasta terciarias, lo que puede llamar indebidamente a uno de esos aspectos, que ello es el bouquet de ese vino, lo que es un error.
Ello pasa y por extensión forzada: ¿se imaginan cómo es el tema en el mercado laboral de la informalidad que tiene orígenes y asimismo adaptaciones; amén de diferentes rangos de escape a lo legal? Y ¿el tema de lo delincuencial? Todas estas con diversos grados, pero tienen en común que es la antítesis del sector formal en el Perú, que paga la mayoría de impuestos que recauda la Sunat para el gobierno, más los tributos denominados contribuciones y AFP y encima se perjudica con las evasiones, elusiones y exoneraciones por doquier, además de centrarse en renta e IGV, lo que es regresivo.
El problema es que el PIA 2024 es más alto que el actual y es de S/ 241,000 millones y sólo en remuneraciones del sector público ha crecido en casi S/6,000 millones llevando esa cantidad a S/ 79,000 millones. Esto resulta entonces en que se caerá en la “Trampa de la Deuda”, pues no hay cómo aumentar impuestos a la formalidad y ello significa que los intereses a pagar por año por la deuda pública crecerán por encima de los actuales S/ 30,000 millones año, lo que es una barbaridad.
Esto sin contar contingencias y lo del Niño y por un drama de un aparato público sobre saturado de empleados, muchos sobrantes y con productividad negativa, lo que aunado al sector de la informalidad que opera al margen de las regulaciones y normativas del Estado, además del perverso delincuencial, hace que el Estado presione más al sector formal con impuestos, cargas, contribuciones y con una fiscalización mucho más agresiva y desproporcionada y esto va con un sesgo anti empresa y con aquello de que los ricos no pagan casi nada y por supuesto todo lo inventan.
La informalidad implica la ausencia de protecciones laborales y beneficios sociales, así como el tema previsional de la ONP y AFP que ya está al borde de la quiebra, destrozando la ayuda que le hace a la economía el denominado Ahorro Interno.
El desastre es que una gran proporción de esta informalidad, ni siquiera cubre el denominado salario mínimo y por ello se arma una economía subterránea en que las coimas y vicios, además de la delincuencia menor, es pan de todos los días. Ya la locura es cuando se trata de formalizar este sector y se percibe por terceros que los costos son mayores a los beneficios que se proponen, más que nada en la infraestructura social.
Como se vislumbra no es la corrupción lo que hay que arreglar primero, es lo institucional, que como está planteado deviene en lo informal. Es esencial pues comprender que el que como el aroma y el bouquet se pueden mezclar y confundir aún más, aquí pasa lo mismo con la informalidad en su esencia y segmentación de su oferta siniestra en gran proporción, lo que es una cruda y perversa realidad que no se puede soslayar.
Formalizarse implica pagar impuestos y cumplimiento de diversas normas. Pero, insistimos: ¿cuáles son los beneficios? Y claro estos quedan pintados en la pared de lo que son la seguridad justicia, salud, educación e infraestructura de transporte entre otros.
Analistas refieren que la razón principal de la informalidad parece ser una mezcla de servicios públicos deficientes y regulaciones que ahogan a las empresas formales. Dado que la misma representa una de las principales amenazas para los derechos laborales y considerando que el Estado, al generar condiciones propicias para la informalidad mediante regulaciones excesivas, servicios públicos deficientes y una educación insuficiente, se convierte en uno de los principales factores detrás de esta problemática, podemos afirmar que el propio Estado emerge como una amenaza significativa para los derechos laborales.
Como se ve no entonces, no es la corrupción lo que hay que arreglar primero, es lo institucional que como está planteado deviene en lo informal. Es en esencia comprender que el aroma y el bouquet se pueden mezclar para muchos, pero son diferentes en su esencia sin duda alguna.