Por: Edgar Alarcón Tejada / Las declaraciones de Piero Corvetto, nuevo Jefe de la Onpe, en el sentido de que las elecciones del 2021 se harán “de la mano con el Ministerio de Salud”, ponen en evidencia aspectos que afectan a nuestra democracia en este contexto de pandemia.
Ante todo, no dudamos que el nuevo jefe de Onpe es una persona con vasta experiencia electoral y que está al tanto de los retos que deberá enfrentar en los meses que siguen. Sin embargo, es importante destacar que dichos retos son inéditos a nivel mundial y que en el tema sanitario, parece soplarle la pluma al Ministerio de Salud, entidad que no ha demostrado estar a la altura de las circunstancias en esta crisis.
En efecto, el caso peruano es realmente grave, si nos atenemos a los índices de fallecidos registrados a la fecha, y tenemos en cuenta lo precario que ha demostrado ser nuestro sistema de salud, y nuestra casi nula cultura cívica para cumplir las normas dadas para enfrentar la pandemia.
Y es que, como dice el prestigioso especialista en temas electorales, Daniel Zovatto, El Covid-19 ha sido devastador en la región en la economía, en la salud de la gente y en lo social, provocando todo ello consecuencias disruptivas en el calendario electoral de América Latina. Y nosotros añadiríamos que, en el Perú ha sido catastrófico.
De otro lado, cabe destacar que más de 65 países a nivel mundial (todos ellos con una situación sanitaria mucho mejor que la peruana con respecto al manejo de la pandemia), han postergado sus elecciones programadas para este año.
Bien dice Piero Corvetto (repitiendo a Daniel Zovatto), cuando precisa que dos son los derechos que hay que saber conciliar en este contexto: el derecho a la salud (a la vida), y el ejercicio de los derechos políticos (donde se ubica el derecho de sufragio activo y pasivo de los ciudadanos).
Es cierto que en algunos países están tratando de llevar a cabo sus procesos electorales de todos modos. Sin embargo, también es verdad que varios otros países han aplazado sus elecciones por motivos de seguridad sanitaria.
Cabe preguntarse, entonces, si los organismos electorales de la región son capaces de asegurar procesos que no pongan en riesgo innecesariamente la vida de millones de ciudadanos, o si se puede pensar en eventuales postergaciones que no generen problemas políticos e institucionales significativos en dichos países.
Para el caso peruano, la pregunta que queda picando es obvia: luego de paralizar la vida social del país y su economía; después de invertir los ahorros nacionales de tres décadas en bonos y programas de reactivación económica, ¿se justifica que concentremos en un acto masivo a toda la población, exponiéndola a un inminente contagio de volúmenes sin precedentes? ¿No se desbordará el número de contagios? ¿De qué habrá valido entonces tanto sacrificio?
Los países no son iguales. Las decisiones que se tomen demandarán mesura y respeto por la vida de los ciudadanos.
(*) Congresista de la República