José de la Riva Agüero y Sánchez-Boquete fue nuestro primer Presidente del Perú, elegido por el Congreso el 28 de febrero de 1823, luego del motín de Balconcillo. Estuvo casado con una gran dama y princesa de origen belga, Carolina de Looz Corswarem; de esa unión nacieron cinco hijos.
La presencia del mariscal Riva Agüero en la vida política y la forma que fue zarandeado –prisionero unas veces, exiliado otras y depuesto por el Congreso— nos delata la anarquía inicial del Perú, como la que se prorrogó con intermitencias a lo largo del siglo XIX.
Este es un ejemplo de las tendencias innatas en el origen de la República donde reinó muchas veces la acefalia y también la paradoja de haber tenido hasta siete presidentes simultáneamente gobernando el país en algún momento de nuestra historia.
Pero hablemos de Riva Agüero para ver la desdicha de los jefes de Estado en nuestra patria. Ese ejemplo debe venir hoy para, elocuentemente, señalarnos los riesgos de ambiciosos afanes presidencialistas. Efectivamente, ahora tenemos a una dama que es la primera jefa del Estado, único caso en nuestra existencia republicana, pero lamentablemente la situación anarquizada y confusa anuncia la forma en que concluirá el actual sistema ¿Se repetirá la historia?
II
Esta admonición es porque el Perú sufre dramáticamente de presidencialitis. Riva Agüero fue elegido por un Congreso dividido en tres facciones: los puritanos o recalcitrantes encabezados por Luna Pizarro que actuaron intensamente contra el primer presidente; los riva-agüerinos auténticos o genuinos; y los relativistas como Sánchez Carrión, dispuestos a optar por el mal menor.
El primer jefe de Estado desplegó una incesante actividad. Reorganizó la marina al mando del británico Jorge Guise –mi tatarabuelo político—; reconstituyó el ejército y dispuso la segunda expedición a Intermedios (para expulsar definitivamente a los españoles), consiguió empréstitos de Londres, entabló relaciones diplomáticas con Chile y EEUU, etc.
Al fracasar la expedición, Riva Agüero y algunos diputados, el 17 de junio de 1823, se refugian en el Real Felipe del Callao; pero los españoles al mando de Canterac ocupan la capital. Ante esa situación, el Congreso delegó a Olmedo y Sánchez Carrión con la misión de invitar a Bolívar para que viaje al Perú; entre tanto, Sucre queda al mando del ejército unido y se declara a la ciudad de Trujillo como capital provisoria de la República. El 22 de junio de 1823 el Congreso declaró que Riva Agüero cesaba en sus funciones y al día siguiente lo exoneraron del mando. Así quedó suspendido y depuesto nuestro primer Presidente.
III
Los presidentes José de la Riva Agüero (1823), Guillermo Billinghurst (1914) y recientemente el inepto Pedro Castillo (2022), fueron cesados por intentar cerrar el Congreso; pero, Benavides tuvo la audacia totalitaria de cesarlo sin proceso alguno a Billinghurst.
Otro presidente que representó la anarquía fue el presidente Balta, quien murió asesinado por los hermanos Gutiérrez (Silvestre, Marcelino, Marceliano y Tomás), en agosto de 1872. Eso se superó al entregársele la banda bicolor al primer presidente civil de nuestra historia: Don Manuel Pardo y Lavalle, quien pronunció un discurso memorable.
Su eslogan fue “La República práctica, la República de la Verdad”. Concluido su mandato, Pardo se fue a Chile y regresó para ser elegido Senador; se desempeñó extraordinariamente porque fue electo presidente del Senado.
El 16 de noviembre de 1878, ingresaba al local de la Cámara alta y repentinamente el sargento Melchor Montoya dispara contra él y llega a decir: “Debo mucho”, “Perdono a todos”. El sargento asesino fue fusilado después, durante el mandato de Piérola, gobernante de facto.
La denominada República Aristocrática culminó con el gobierno de Leguía quien, luego de ser electo en 1909 en su primer mandato, dio un golpe de Estado en 1019 y se perpetuó once años (1919-1930). Apareció entonces el monstruo Sánchez Cerro, pero sería muerto el 30 de abril de 1933 por el c. Abelardo Mendoza Leyva; antes lo intentó el joven Juan Melgar (06-03-1933).
Melgar fue la réplica juvenil al totalitarismo gobernante; se adelantó a castigar por los miles de mártires apristas de Chan Chan.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.