Por: Javier Valle Riestra / La oligarquía lo enfrentaba y afrentaba desde las catacumbas de Incahuasi sin más armas que un mimeógrafo, panfletos y simbólicas molotov; por Prado, frívolo, bancócrata, último virrey; por José Luis Bustamante y Rivero, comodatario del poder que olvidó, pese a su sagacidad jurídica, quien era el dómine; por Odría, taciturno tiranuelo manipulado por una oligarquía arcaizante, y vesánica; por Fernando Belaúnde, que empece su pureza personal, resultó electo por coacción y no por acción en franca inteligencia con el militarismo; por Velasco, la figura más negra del aquelarre castrense, repetidor incruento del sacrificio del Perú, y finalmente, Morales Bermúdez, hamletiano personaje, ubicuo, indeciso, católico pero seguidor de la herejía maniquea, castigado a borrar con los pies lo que hizo con la mano.
Pero todos estos hurincuzco y hanancuzco de la historia peruana hacían antiaprismo policial mandando a los compañeros al paredón, al ostracismo o la lobera, intentando, al mismo tiempo, fingir aprismo social. Sánchez Cerro con las masas y las damas de la Parada. Benavides con el Seguro Social. Prado con su ficticio democratismo roosveltiano. Odría con sus obras publicas y la participación de los trabajadores. Fernando Belaúnde imitando al APRA en su búsqueda de interpretación autóctona de la realidad; plagiando el vocabulario, las siglas, la escenográfica partidaria y hasta rodeándose de versiones mediocres de los grandes nombres del PAP, como Seoane.
Y Velasco, ¡no se diga! Hablando de antiimperialismo (vociferante en público y obsecuente en privado); de Reforma Agraria (sin tierra para quien la trabaja); de González-Prada (sin saber si era filósofo, escritor o botánico); expoliando “El Comercio” (aunque fuese para hacer miroquesadismo político sin los Miroquesada). El gran expropiado fue así el APRA. Nos imitaron sin citarnos. Nos copiaron sin poner comillas.
Por eso es que la condecoración impuesta hace años a Víctor Raúl en su lecho de moribundo entraña más una ironía que una lección. Los vencidos, los perseguidores, le otorgan la Orden del Sol al vencedor yacente; al gran Mariscal Civil que los derrotó mil veces con la palabra y con la pluma. Y muerto los seguirá venciendo porque desde su tumba Haya persistirá liderándonos y podremos decir de su póstuma conducción, lo que él dijera al dirigirse a los trujillanos al ser excarcelado del panóptico:
“Eso es lo que le faltaba a esta tierra y a este pueblo; le faltaba el soplo de lo cósmico, de lo eterno, del alto, de lo puro, y, como no lo tenía fue preciso pedírselo a los muertos…”