En incremento la protesta social e inaceptable el vandalismo repudiable de algunos extremistas. Sobre éstos últimos deben recaer todo el peso de la ley. Pero la cuestión, desde luego, no se reduce a un simplismo: Protesta social versus vandalismo. Pues, evidenciándose una fuerte conectividad de aprovechamiento innoble de la protesta social; sentimos pavor y desconcierto, por la inactividad y/o reacción torpe del Poder Ejecutivo. Lo cual alienta una sensación mayor de caos, ingobernabilidad, violencia y destrucción de la propiedad pública y privada. ¡Basta Ya! La democracia y los demócratas, ya no podemos permanecer impávidos ante esta maldita suerte de ingobernabilidad.
Entendemos que fueron factores externos e internos, que nos ubicaron en un contexto de grave situación política, económica y social en nuestra alicaída Nación. Pero también, evidenciamos que se agudizaron por yerros propios de un gobierno poco creíble, debilitado, falto de liderazgo y de poca creatividad. Entonces, levantarnos será una tarea ciclópea, pues estando cerca una recesión mundial, que lo sentiremos con mayor intensidad a fines de este año y el próximo.
No obstante, nada no nos desalentará en nuestro propósito de construir una Nación poderosa, desarrollada y de próspera. Pues, ya narramos nuestros sueños arruinados y nuestras esperanzas truncadas. Ahora nos toca con hidalguía, levantarnos de las cenizas, cual ave fénix, hacia un puerto seguro y esperanzador.
El Perú no puede ser más una nación extremadamente polarizada y mortalmente dividida. Pues, no hay nada más perverso e inmoral que un peruano odie a otro peruano. Peor aún, fomentar desde los extremos del campo ideológico, un desgarramiento político sin tregua. No obstante, las cosas pueden cambiar, si nos ubicamos no solo en la sana crítica y las denuncias; sino ofreciendo aportes viables, sustentadas en las experiencias de los países más prósperos, estables y desarrollados del mundo.
Entonces, la protesta social en un contexto dramático para la economía del País, no resulta siendo, del todo, lo más recomendable. Tampoco se le puede silenciar con la fuerza bruta. Pero, al vandalismo, no se le puede dar tregua, sino mano dura. Pues, exijamos el sacrificio de todos: pobres, campesinos, industriales, empresarios, políticos, etc. Necesitamos de dirigentes y una clase política, propia de un estadista. Pues, la persona de un Presidente debe estar ubicado en el nivel superior de la racionalidad de su actitud humana, que refleje el supremo ideal de un líder de palabra y de honor.
Pues, atrás debe quedar el Estado mafioso que construyeron otros en un mar inmenso de pobreza e islas pequeñas de riqueza. He allí cómo se asentaron en estas tierras el reino de la impunidad y el azote del pueblo con sangre fría inyectadas en sus ojos. Y así, entre la felicidad y la desgracia vivida por nuestra Nación, no se puede seguir cultivando y fomentando odios, divisiones, intolerancias y los egoísmos más extremos que la imaginación humana pudiera concebir. Nuestra Nación que, a pesar de sus iniquidades e injusta redistribución de nuestra riqueza tiene futuro .
(*) Abogado penalista y analista político.