Por: Luciano Revoredo / ¿A qué juega el cardenal Barreto?

por | Abr 19, 2022 | Opinión

El Cardenal Pedro Barreto es un personaje mediático, de fácil palabra y siempre dispuesto a la foto. Lamentablemente comete constantes excesos doctrinarios e incurre en posiciones políticas que no se condicen con su condición de obispo. Baste recordar su papel en el último proceso electoral y su permanente afán de figuración.

Su pensamiento izquierdista y sus convicciones como teólogo de la liberación, lo han llevado a convertirse en un elemento de la escena política, muchas veces en desmedro de su condición de pastor de la iglesia. Por su parte en Huancayo ha perdido mucha credibilidad y respeto de los fieles y del clero por aspectos muy controvertidos de su vida personal, así como por su manejo prepotente y prejuicioso del arzobispado.

En el aspecto político Barreto mantiene vínculos con la gente de Perú Libre y tiene una peligrosa amistad con Raúl Noblecilla Olaechea, que es hijo nada menos que de la hermana de Adolfo Olaechea Cahuas, recordado como el canciller de Sendero Luminoso. El abogado Noblecilla ejerce su profesión en defensa del Cardenal, participa en sus iniciativas sociales y es hombre  de Perú Libre, a la vez que abogado de Vladimir Cerrón.

Con estos antecedentes no llama la atención su última y lamentable aparición pública nada menos que en compañía del congresista Bermejo con el cual llegó a Palacio de Gobierno para visitar a Pedro Castillo. Luego de la visita, ganado por su incontrolable ego y su acostumbrada incontinencia verbal, actuó como vocero del Ejecutivo para anunciar cambios en el gabinete y pedir a los peruanos una nueva oportunidad para Castillo.

En plena Semana Santa, lejos de estar en Huancayo preparando las celebraciones de su pueblo está dedicado a la baja política. En lugar de asumir su compromiso como obispo y sacerdote de Cristo y trabajar para la salvación de las almas, está dedicado a lanzar un salvavidas a un gobierno de delincuentes, criminales y neosenderistas que viene destruyendo al país.

Los peruanos quisiéramos verlo con afecto como representante de Dios, los sacerdotes y más aún los obispos y cardenales están en el mundo para servir, para vivir con modestia, sin buscar la figuración ni el brillo personal, deben entregarse apasionadamente al servicio de las almas, no del poder y menos aún de gobiernos enemigos de Dios y de la iglesia como el que ha tomado por asalto nuestro país.

El sacerdote ha de conformarse con Cristo. Muy por el contrario el cardenal Barreto a los ojos de los peruanos, aparece cada vez más como un discípulo de Judas.

En el contexto de todos estos despropósitos episcopales conviene recordar que de acuerdo con el Código de Derecho Canónico los obispos deben presentar su renuncia a los 75 años y queda a criterio del Papa aceptarla de inmediato a darle un tiempo más. El Cardenal Barreto ya ha cumplido los 78 años. Ya sería oportuno que en el Vaticano se vaya pensando en su jubilación. El pueblo peruano lo agradecería.


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