Un reportero del canal del estado entrevista al investigado por apología del terrorismo y a la vez primer ministro, Guido Bellido, sobre la muerte de Abimael Guzmán y la supuesta condena del gobierno al terrorismo.
Visiblemente nervioso y casi balbuceante Bellido se esfuerza en articular algunas palabras en su pobre lenguaje. Lo que dice es casi ininteligible y fuera de lugar:
“Ni con la muerte de Abimael Guzmán, probablemente… muchas heridas no se van a cerrar, pero el Gobierno a todas las poblaciones que han sido afectadas tiene que atender”.
Luego añade: “De manera institucional el ejecutivo condena actos de terrorismo venga de donde venga hay muchos hermanos de los diferentes sectores de este conflicto, de este terrorismo, que han sufrido y aún no han sido atendidos hay también mujeres esterilizadas (…)”.
Esa es la actitud del gobierno frente al terrorismo comunista. Bellido es incapaz en medio de su nerviosismo de hacer una condena enfática y personal al terror. Solo habla de una condena institucional. Como remarcando que no es personal. Por otro lado, vuelve con la monserga “del terrorismo venga de donde venga”. Para aludir a la posibilidad de que exista lo que los amigos de Sendero llaman “terrorismo de estado”. Es así que como ya no sabe que decir, en medio de su orfandad mental solo le queda terminar volviendo a agitar el mito de las mujeres esterilizadas.
Por su parte el ministro de Transportes y Comunicaciones, Juan Francisco Silva, evitó responder los periodistas que se le acercaron para pedirle su opinión acerca de la muerte del terrorista Abimael Guzmán. Sin dejar de caminar Silva solo atinó a decir: “Nada, estamos en otras actividades”.
Lo curioso es que un día antes, en su cuenta de Twitter, el propio Silva había escrito: “Falleció el sanguinario Abimael Guzmán, cabecilla del grupo terrorista Sendero Luminoso que causó tanto daño y muerte al país. No olvidemos el terror de esa época. Condenamos el terrorismo venga de donde venga. Construyamos un Perú más justo, en democracia y en paz”. A pesar que también cae en la muletilla del “venga de donde venga…”, era un pronunciamiento aceptable, ante su posterior silencio cabe pensar que alguna indicación han de haber los ministros para que eviten pronunciarse al respecto.
El primer representante del Ejecutivo que declaró al respecto fue el ministro de Salud, Hernando Cevallos, que se apresuró a lamentar la muerte del genocida: “A mí me parece lamentable como el fallecimiento de cualquier persona, nadie puede aplaudir que alguien fallezca independientemente de su pasado”.
Más le valdría haberse callado y evitar referirse a Guzmán.