La forma como se practica la ciencia, lo que los legos llaman el método científico, tiene un rigor esencial: la replicabilidad, la integridad en la obtención e interpretación de los resultados, y la falsabilidad. La falsabilidad es la capacidad de una hipótesis o teoría de ser refutada por la experiencia o la observación. Es un principio filosófico clave en la ciencia, descrito por Karl Popper, que distingue el conocimiento científico de la pseudociencia al requerir que una teoría sea susceptible de ser demostrada como falsa. Un avance científico se logra al refutar teorías existentes y reemplazarlas por otras más precisas que superan los intentos de falsación.
El uso de pseudociencia y de una especie de ciencia ‘relajada’ se ha propagado desde la psicología, sociología y ciertas disciplinas transversales como la ciencia del clima. Sin embargo, no todas las ciencias sociales incurren en estas prácticas: existen esfuerzos renovados por mejorar la metodología, pero la evidencia indica que sigue siendo un problema significativo.
Esto resuena con particular fuerza en el debate sobre los estudios de sesgos de género en las carreras científicas. Un famoso estudio que afirmaba que las mujeres enfrentaban sesgos en las carreras de ciencia acaba de ser refutado: son ahora los hombres los que salen peor parados. Estos resultados son aún más impactantes porque una prestigiosa revista, se había negado a repetir el estudio en cuestión.
El estudio original, “Science faculty’s subtle gender biases favor male students” (Moss-Racusin et al.) fue publicado en 2012, y ha sido citado hasta el momento 4,700 veces. Un número de citas sumamente elevado para un campo de estudio -sesgos de género- en el que la mayoría de los artículos no alcanzan ni 20 citas. En el estudio se envió a 130 profesores de seis universidades diferentes un CV ficticio para ocupar un puesto de administrador de laboratorio. En la mitad de los CV, el candidato se llamaba “John”, mientras que en la otra mitad se llamaba “Jennifer”. Todo lo demás, desde las calificaciones académicas hasta la experiencia laboral del candidato, era idéntico. Los profesores que vieron el nombre masculino lo calificaron como el más competente y con un salario más alto. Desde su publicación este hallazgo se menciona a menudo en debates en foros y blogs como el mejor ejemplo de la subrepresentación de las mujeres en carreras de ciencia.
Hoy hay un nuevo estudio, aceptado para su publicación en la revista especializada Meta-Psychology, que repitió el diseño experimental, pero esta vez a una escala diez veces mayor. Sus autores -dirigidos por Honeycutt y Jussim de Rutgers University – contactaron a casi 1,300 profesores en más de 50 instituciones de investigación de EEUU. Su objetivo era comprobar si los resultados de Moss-Racusin y colaboradores se replicaban cuando se repetía el experimento. Sorprendentemente, no fue así. La candidata femenina no solo fue considerada como la más capaz sino merecedora de un mayor salario que el candidato masculino. Las diferencias eran consistentes y estadísticamente significativas. El sesgo contra las candidatas mujeres, citado repetidamente durante años en la literatura, no reapareció; ahora se inclinaba hacia los candidatos masculinos. Sin embargo, Honeycutt y colaboradores señalan abiertamente que las actitudes en las universidades podrían haber cambiado desde el primer estudio, pero que la falla en la replicabilidad también podría reflejar el tamaño pequeño de la muestra en el experimento original.
Honeycutt dijo recientemente que él y sus coautores propusieron repetir el estudio de Moss-Racusin a la revista Nature Human Behaviour, una revista prestigiosa en estudios de sesgos de género. Pero se sorprendieron cuando al presentar un informe de replicación registrado (RRR) -una propuesta formal para repetir el estudio- este fue rechazado por un panel de expertos que actuaban en nombre de la revista. Honeycutt dijo que su impresión era que los revisores aprobaban los hallazgos originales y temían que no se replicaran y Jussim agregó, en un artículo del portal Substack, que el proceso reflejaba ‘una actitud profundamente anticientífica’.
El estudio de marras examinó un puesto de menor rango -administrador de laboratorio- y no precisamente el de un candidato a investigador científico. Hasta qué punto estos nuevos resultados reflejan el estado actual de igualdad de género en la ciencia, es aún debatible. Las mujeres en EEUU y Europa obtienen aproximadamente el 50% de todos los doctorados en ciencias de la vida -en España se aproximan al 60%- y una proporción cada vez mayor en otros campos como la química y ciertas ingenierías. No obstante, en Latinoamérica según un estudio reciente entre el 2019 y 2022 un 34% de los doctorados en STEM fueron otorgados a mujeres y en ciertos países nórdicos la preferencia de las mujeres científicas por STEM es menor a 20%.
Este caso descrito no solo socava la credibilidad y la ortodoxia crítica de las disciplinas sociales, sino que perpetúa mitos que distraen de los verdaderos desafíos en la igualdad de oportunidades para ambos géneros. Si el mundo académico aspira a ser un faro en la sociedad, debe abrazar la replicación sin miedos ideológicos, sin temores atávicos y priorizando los hechos por encima de las narrativas más convenientes. La integridad científica no es un lujo, sino el antídoto contra el autoengaño colectivo; solo así avanzaremos hacia una ciencia genuina, inclusiva y libre de sesgos fabricados.
(*) Biólogo Molecular de Plantas y profesor de la Universidad Peruana Cayetano Heredia
(**) Biólogo Molecular y Congresista de la República




