Por: Martín Valdivia Rodríguez / Propuesta para la tribuna / Hace unos días, en esta misma columna escribíamos: “La eterna pregunta que se ha hecho la sociedad desde hace muchos años es: ¿la pena de muerte disuade? ¿realmente hace que un potencial asesino lo piense dos veces antes de cometer un crimen? ¿bajan las tasas de asesinatos en un país donde la pena capital es legal? Ciertamente, la cantidad de preguntas sobre este caso puede ser infinita, cada persona tiene su posición al respecto y cada día son más los países que se suman a la abolición de esta pena”.F
Luego manifestábamos que “el matar al asesino no conduce a nada, pues nos convierte también en asesinos. Por algo más de 160 países del mundo han abolido la pena capital y cada día se suman otros. En todo caso, será la justicia divina la que los juzgará, además de su propia conciencia”. Esto lo escribimos el pasado 2 de marzo a propósito del crimen de la pequeña Camilita en manos de un depravado adolescente de 15 años.
Ayer, el presidente Martín Vizcarra, haciendo uso de su innegable oportunismo, volvió con la monserga de “evaluar” la reinstauración de la pena de muerte en nuestro país. Un tema tan trillado en nuestra política que hasta molesta saber que nuestros gobernantes de turno lo utilizan como caballito de batalla cada vez que quieren obtener réditos populistas.
¿Acaso el presidente de la República no sabe que el Perú forma parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José, que señala que“no se restablecerá la pena de muerte en países que la hayan abolido y que tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se la aplique actualmente?”. Es más, tendría que reformarce la Constitución Política del Perú que, en su artículo 140 señala que “la pena de muerte solo puede aplicarse por el delito de traición a la patria en caso de guerra, y el de terrorismo, conforme a las leyes y a los tratados de los que el Perú es parte obligada”.
En realidad lo sabe. Lo único que quiere es lanzar una noticia que sabe desea escuchar mucha gente y que siempre es desempolvada cuando la papas queman o se desea obtener rápidamente mejores puntos en las encuestas. Y, la verdad, así no juega el Perú. Por más que nuestros deseos primarios deseen el ojo por ojo, la cordura y la responsabilidad de los derechos humanos nos hacen ser más sensatos que soltar la piedra y esconder la mano. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.