Por: Phillip Butters / Parte de la democracia es entender que existen opiniones diferentes a las propias, muchas de ellas cargadas de ideologías, de sesgos, o inclusive de razones valederas. Sin embargo, lo mínimo que uno puede hacer en el tema de las discusiones es tratar de documentar al contrario.
Con respecto a la vacancia por incapacidad moral de Martín Vizcarra, resulta claro que el Congreso está en su derecho de solicitar al señor explicaciones mínimas, con respecto a la cantidad de acusaciones tan documentadas que se tiene con presuntos delitos, los cuales son mucho más que inconductas, que son categóricamente incapacidades morales, porque evidentemente como un funcionario que cobra coimas, no tiene ningún estándar ético. Está clarísimo que no puede seguir siendo Presidente de la República un minuto más. De tal manera que desde el punto de vista formal no hay mucho que discutir. Está clarísimo que el Congreso lo va a citar y que el señor va a tener que responder. Claro que él lo puede negar o puede mandar a su abogado, inclusive no ir el abogado y poder argumentar hasta que está pendiente de resolución algunas cartas o escritos presentados a la Fiscalía, o que queda pendiente alguna investigación, inclusive, el TC no le ha respondido alguna demanda competencial. Esas triquiñuelas y dilaciones también serían entendibles.
Lo que yo no entiendo es cómo gente que precia de ser analista político o que supuestamente tiene determinado peso o pluma para opinar en un medio radial, escrito o televisivo, argumenta, honestamente y con el perdón del francés, estupideces. De dónde sacan que por la estabilidad del país no se le puede vacar a Vizcarra. ¿De qué estabilidad están hablando? ¿Argumentan eso sin darse cuenta de la crisis económica en la que estamos? ¿Se dan cuenta de la cantidad de gente que ha quebrado sus pequeños y medianos negocios, de familias que no tienen cómo sustentar su trabajo ni pagar su tarjeta de crédito, o créditos hipotecarios o vehiculares? ¿De qué estabilidad están hablando? Por supuesto no están hablando de la estabilidad de la lucha contra la pandemia. En el Perú, estos señores y señoritas tienen el peor desempeño pandémico del mundo. Eso es algo consensual. Somos un mal ejemplo mundial.
Entonces no se puede pensar que al Gobierno se le está entorpeciendo su labor para darle salud clínica al Perú, porque no solamente en el caso de la pandemia, sino en el manejo de los hospitales del Minsa y EsSalud, en términos generales, es un desastre. Lo del ministro Víctor Zamora es indefendible, atroz. En un debate hace poco con el doctor Bustamante, trapearon el piso con el titular de Salud. Zamora cómo puede tener tanta sinvergüencería y argumentar que no compró las pruebas moleculares porque había comprado las otras. ¡Qué argumentación tan estúpida! Estamos hablando de gente que se ha muerto. Nadie a estas alturas puede defender la gestión de la señora Molinelli, salvo que le estén pagando por ello. ¿De qué estabilidad están hablando? ¿De la seguridad pública? ¿No se dan cuenta que la delincuencia se ha desplegado al máximo? Por último, ¿Acaso se está evaluando la gestión del Presidente? ¿Estos sabios quieren decir que si el Mandatario fuese un gran ejecutor presupuestal o si lo estuviese haciendo bien, por eso se tiene que dar, inclusive sabiendo que es un ladrón? Por otro lado, proponer que porque Ipsos Apoyo dice que Vizcarra tiene el 78% de aprobación en base a encuestas sin ningún tipo de rigor científico ¿y que son más bien amañadas? La verdad es que razonar que porque determinada encuesta dice que alguien es popular tiene que quedarse en su puesto, es un tema alucinante, porque significaría que ningún ministro popular, que ningún congresista popular y ningún Presidente popular podría ser cuestionado.
Entonces, dejemos que el señor Torres sea el Presidente del Perú. Qué clase de razonamiento argumenta que porque uno está alto en las encuestas (que son absolutamente discutibles hoy, ayer y seguramente pasado mañana), puede tratar de sustentar una opinión. Esto yo lo he leído de supuestos analistas políticos que trabajan en el diario El Comercio, inclusive una señorita Urrutia, que es vocera de Transparencia. ¿Ese es su nivel intelectual, de conocimiento político, hablar de la popularidad de alguien para que se quede en el cargo? ¡Qué barbaridad, Dios mío, a lo que hemos llegado! Está bien que exista democracia y libertad de opinión, pero tengan pues un poquito de estómago, de vergüenza, antes de escribir u opinar de algo. ¡Por Dios!
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