Tenemos que preocuparnos por la pasividad de los representantes diplomáticos peruanos en el exterior, en especial, esos embajadores políticos que representaron al golpista presidente Pedro Castillo y que ahora pretenden encaramarse con el nuevo Gobierno de Dina Boluarte.
Esos mismos como Manuel Rodríguez Cuadros -que él señala en un tuit que su renuncia es irrevocable y que está esperando que RR. EE. le dé término a sus funciones como Representante en la ONU-, Óscar Maúrtua, quienes destrozaron la política exterior del Perú y nos hicieron pelear con países amigos, y otros como Chuquihuara y Forsyth, este último de lamentable desempeño en la OEA atendiendo intereses personales de Castillo y no del Perú.
Como paréntesis, fuentes palaciegas nos han informado que tanto Rodríguez Cuadros, como Forsyth, están buscando ser nombrados como asesores de Dina Boluarte, pero destacados tanto en la ONU como en la OEA; es decir, mismo perro con diferente collar o misma canción con otras letras. Esperamos no sea verdad.
Sabemos por un lado que internacionalmente hay intereses creados por defender con antojeras ideológicas al marxista Pedro Castillo y, por el otro, que cunde la desinformación. Se oculta o se suaviza que Castillo quiso realizar un golpe de estado o que Castillo está detenido injustamente. Además, que lo “adornan” con que Castillo era un aborigen que las oligarquías no lo dejaron gobernar, etc., etc.
No hemos conocido que esos embajadores políticos y de carrera en el exterior hayan convocado a los medios de prensa, intelectuales y explicarles lo sucedido y la perfecta sucesión constitucional ocurrida en el Perú. Y supongo, seguramente, sí lo habrán explicado reservadamente a las cancillerías.
Por ejemplo, el embajador Maúrtua, representante político de Castillo en España, envió cartas a todos los medios de ese país defendiendo a rajatabla al corrupto de Castillo. No veo que ese espíritu guerrero haya sido demostrado en el caso de la desinformación contra la presidente constitucional Dina Boluarte, porque se ha empalado en el cargo y busca continuar, a pesar que estamos en otro Gobierno.
No he podido notar que se haya enviado personalidades peruanas a explicar la sucesión constitucional en el Perú y que el Gobierno se encuentra defendiendo la democracia, contra los revoltosos y agitadores.
Tampoco he advertido si se está haciendo gestiones para recomponer las relaciones con países amigos -salvo que sean diligencias reservadas- entre ellos Israel o Marruecos y si aún se puede salvar la donación de fertilizantes, que tanto necesitan los agricultores. No he visto se haya condecorado con la Orden del Sol al Nuncio Apostólico, monseñor Nicola Girasolli, ni a la embajadora Irma Araujo de Guatemala, de acuerdo a las normas de reciprocidad entre dos Estados.
La Cancillería ha mostrado firmeza con respecto a la intromisión en los asuntos internos de otros países. No hay que tener temor de declarar “non grato” al agitador Evo Morales o prohibirle la entrada al país. Aquí no se trata de qué dirá la izquierda internacional, si no de defender la integridad territorial y la seguridad del Perú.
No hay que demostrar debilidad ni en el plano nacional, ni internacional. Los lobos están al acecho.
Canciller Gervasi, no sea una ministra más, pase a la historia.