Hay lamentables sucesos en la historia que no se olvidarán jamás, uno de ellos es la matanza de Múnich, en donde terroristas palestinos asesinaron sin piedad a once atletas israelíes, que participaban en la Olimpiadas de Múnich en setiembre de1972, hace 50 años.
El suscrito tenía 15 años y me horrorizó tal noticia al verla por televisión. Ello me quedó grabado para toda la vida, comprobando lo cruel, cobarde y despiadado que puede ser el terrorismo.
Se me escaparon muchas lágrimas, al igual que en 1982 cuando visité en Israel el museo Yad Vashem, ver al entrar una escultura de árbol de otoño que representa las figuras cadavéricas de los judíos de los campos de concentración, los jabones nazis hechos con la grasa de niños y la llama votiva (eterna) en la Sala de Recuerdo de los 22 campos de exterminio.
Ocho terroristas de “Setiembre Negro”, parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ingresaron a la Villa Olímpica, burlando la frágil seguridad alemana y tomando como rehenes a los atletas israelíes, exigiendo la liberación de 236 terroristas palestinos, incluyendo dos terroristas de la Baader-Meinhof, Ejército Rojo alemán.
Fracasó el rescate de la seguridad alemana -que no permitió el ingreso de una comando israelí- muriendo un policía, los atletas y cinco terroristas. El terrorismo, que se veía lejano, repercutió en cada mente de la humanidad.
Los tres terroristas capturados y presos en Alemania, fueron liberados poco después que otros terroristas de Setiembre Negro secuestraron un avión de Lufthansa y exigieran su libertad. Ellos fueron enviados a Libia, en donde Gadafi les dio un recibimiento triunfal.
El mundo, y en especial Israel, estaban asombrados y ofendidos. Un comando israelí planificó la operación “La Ira de Dios”, ejecutando uno a uno a los terroristas que intervinieron directa e indirectamente en la matanza de Múnich. La acción se terminó en siete años.
Por esa necesidad, el mundo abrió los ojos y se organizaron en muchos países las fuerzas o comandos antiterroristas, con mucho éxito hasta hoy.
Israel, por su parte, comprendió que depende de sí mismo para protegerse de los ataques terroristas, hoy de Hamas (los secuestradores de la población de Gaza), y que su propia sobrevivencia está solo en sus manos.
Esa página de la historia (Múnich) escrita con sangre, nunca podrá voltearse. Sigue húmeda para que la humanidad recuerde siempre la cobardía de los terroristas palestinos con 11 atletas desarmados israelíes.