Por: Phillip Butters / Las imágenes son dramáticas, tristísimas, espeluznantes. Una señorita llega al hospital de Pucallpa con su mamá con con fiebre, con convulsiones y tiritando. Está en una silla de ruedas, la señora está muy débil y tiene fiebre, inclusive náuseas. Se acerca desesperada para que atiendan a su mamá y rompen en llanto porque la enfermera se niega a recibirla. Y comienza a preguntarse y a preguntarle a viento. ¿En dónde estamos? ¿Por qué me tratan así? La respuesta triste es que está en el Perú. Tuvo
que cargar a su mamá, subirla a un mototaxi, que le hizo el favor de regresarla a su casa sin cobrarle el pasaje. Muy probablemente cuando usted esté leyendo estas líneas, esa niña será huérfana.
En Iquitos la gente hace colas casi abrazándose y contagiándose el coronavirus durante todo el día de hoy por un bono que probablemente nunca llegue. La desesperación es tal que, por dar un sólo ejemplo, se hacen 1,300 pruebas para los cadetes de la Escuela de la Policía Nacional del Perú de Puente Piedra y salen 900 y pico infectados el 85%. A estas alturas, la cantidad de infectados de los centros penitenciarios podría llegar al 50 % de la
población de reos, sin exagerar. Las clínicas importantes de Lima no te reciben si es que no ponen por delante una carta de garantía de las principales empresas de seguros o un promedio de ¡20 mil soles al día! Sí, leyó bien. 20 mil soles diarios, para una cama con Cuidados Intensivos y con respirador. Evidentemente, el que tiene plata se puede salvar. El pobre no entra a las clínicas. La situación es absolutamente caótica. El Gobierno insiste con esta estupidez de compararnos con el exterior y volver con el tema de las pruebas rápidas.
Para que usted se dé una idea amigo lector de LA RAZÓN las pruebas moleculares, te dan, según estadística del MINSA. 25.5 % de positivos reales de enfermos de COVID 19
mientras que, las pruebas rápidas que además pueden fallar, solamente te da 8.14 % de efectividad. Y siguen subiendo de una manera realmente alegre a pobres peruanos a buses, a micros de transportes provinciales para que vayan a sus lugares de origen.
Les dicen que les van a hacer pruebas, no se las hacen, la gente se desespera. Se sube al micro o a las combis y se ponen a caminar esos migrantes, esos caminantes se desesperan. Algunos que van de la combi saben que desde Lima hasta Cusco van a parar ocho veces. Y que desde acá hasta Junín van a parar tres veces y que desde acá hasta Cerro de Pasco pararán cuatro. Y se contaminará la gente. En el mejor de los casos irán a un ¿campo de concentración? Me pregunto. Y a ver si pasan la cuarentena. ¿Llegarán a los cerros?, abrazarán a sus abuelos y les contagiarán el coronavirus para morir. Imágenes de Combutters y PBO Digital en Willax han mostrado cómo en Lambayeque, Chiclayo, primero en plena luz del día entierran a una persona, sin ningún tipo de protocolo de seguridad ni de sanidad, a menos de un metro de profundidad y sin cal. Y en la noche en una fosa común, simplemente empujan un ataúd que termina abriéndose. Ese es el famoso sub conteo cuando lo que hay son miles de peruanos que están infestados. Y por supuesto la mortandad es inmensa porque los crematorios colapsan, porque evidentemente hay mucho más muertos que los que quiere contar el señor Vizcarra o lo que puede investigar el señor Gorriti.
Para el fin de semana probablemente haya saqueos. Y lo más triste es que el domingo la gente va a comenzar a velar a sus seres queridos en la puerta de sus casas o en la mitad
de las veredas. Esto se hizo mal desde un primer momento y el Gobierno tiene la estrategia de tapar, tapar, mentir y acallar. Cosa que es un absurdo; por mucho que Vizcarra, salga a hablar dos horas en televisión. Y para colmo nos compara con realidades absolutamente disímiles como la italiana, la española o la chilena. La realidad es terrorífica, es tétrica. El problema es que esto no tiene cuándo acabar porque el Gobierno no da un viraje de timón; porque Vizcarra está absolutamente secuestrado por los socialistas,
por los antropólogos, por los “trotskistas”, por los comunistas y por los odiadores de los militares y policías, a los cuales mandan a la guerra, mejor dicho al cadalso. Esto es algo tristísimo. Asesinan a la verdad y dejan morir a los enfermos.