Por: Javier Valle- Riestra
El general Juan Francisco Vidal La Hoz (1801-1863), nació en Supe (Lima), es llamado como el “primer soldado del Perú. Mediante su gesto en el sitio de Valdivia, en la guerra de la Emancipación, al decir “Donde entra mi gorra entro yo”, había tenido un gesto de paladín.
Al frente de un destacamento de 24 hombres, tomó por asalto el fuerte de Valdivia, el 4 de febrero de 1820, episodio conocido como la Toma de Valdivia, en la guerra por la Independencia de Chile, donde se destacó por su arrojo y valor, y se recuerda una frase que dijo entonces: “Donde entra mi gorra, entro yo”. Por esta destacada actuación fue llamado “El primer soldado del Perú”.
Marino, guerrillero y militar la primera etapa de su carrera pública atrae y subyuga. Una línea invisible enlaza la anécdota de Valdivia con el episodio de la guerra civil norteña durante el primer gobierno de Gamarra en que, combatiendo en la garita de Moche, Salaverry y Vidal cuerpo a cuerpo y con el mismo riego jefes y soldados, Vidal impidió que un soldado matara a Salaverry, dando lugar a la respuesta de este: “¡Gracias, generoso!”.
Pero los años habían pasado y la vida burocrática y cuartelesca había convertido a Vidal en el fugitivo de Agua Santa. No era Vidal hombre a quien angustiara la ilusión generosa de volver mejores a los demás hombres ni la voluptuosidad sórdida de querer dominarlos o utilizarlos.
Solo la circunstancia de ser segundo Vice-Presidente del Consejo de Estado, es decir, Tercer Vicepresidente de la República y de encontrarse en el ejército de la Fuente, lo encumbró; y aunque vivió muchos años después de ser derrocado por Vivanco, llegó a ser el único expresidente militar que no volvió a ser candidato.
Fue prefecto del Cuzco en 1844, gobernador del Callao en 1854 y comandante general de caballería en el ejército de Echenique que defendió Lima, siendo exonerado del mando poco antes de la batalla de La Palma.
Falleció en Lima el 23 de setiembre de 1863. El gobierno de Vidal no hizo inicialmente gran esfuerzo para llamar el primer Vicepresidente Menéndez que estaba en Chile o al segundo Vicepresidente Figueroa que vivía en Lima; pero no quería ser sino un interregno para preparar la reunión del Congreso y la elección constitucional de La Fuente.
La maledicencia acusó a éste de haber hecho negocios al amparo de su poder; acusación contra la cual reaccionó ya en el instante de la caída, publicando un manifiesto para probar, como se ha visto, que más bien era acreedor del Fisco.
Además, el régimen Vidal- La Fuente fue inculpado por el empleo arbitrario de la pena de muerte en el caso de Hercelles y Castañeda, acusación de la que se defendió Vidal en una memoria que presentó al Congreso de 1845.