Con cada declaración de Trump provocando una avalancha de reacciones tanto a favor como en contra.
El juicio de Donald Trump por presunta violación de la regulación electoral y fraude fiscal, relacionado con el pago de 130.000 dólares (120.000 euros) a la actriz pornográfica Stormy Daniels para comprar su silencio sobre una supuesta relación sexual, ha concluido y está listo para sentencia. En su declaración final a los medios, Trump afirmó que «ni la Madre Teresa [de Calcuta] podría haberse librado» de ser condenada en un juicio como el suyo. Aunque, por supuesto, no existe evidencia de que la célebre misionera albanesa, que dedicó su vida a ayudar a los más pobres, haya tenido un comportamiento remotamente similar al del ex presidente.
Para Trump, su situación es comparable a un martirio de dimensiones bíblicas. Esta percepción es compartida por muchos de sus seguidores, especialmente los evangélicos, quienes ven en Trump a una figura con un propósito divino. Un video titulado «Dios hizo a Trump,» realizado por dos de sus seguidores, solía inaugurar sus mítines en las primarias de Iowa. Para estos devotos, Trump es comparable al Rey David del Antiguo Testamento, una figura histórica con numerosos defectos que, no obstante, ayudó a cumplir la obra de Dios en la Tierra. Otros seguidores lo comparan con el rey babilonio Ciro, quien, aunque no pertenecía al Pueblo Elegido, permitió a los judíos salir del cautiverio en Mesopotamia y regresar a la Tierra Prometida. En estas interpretaciones teológicas, la fe y los negocios se entrelazan, y se venden medallas con la imagen de Ciro en el anverso y Trump en el reverso por 45 dólares (42 euros).
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En el plano terrenal, un jurado compuesto por seres mortales e imperfectos (y, según Trump, corruptos hasta la médula) debe decidir si el ex presidente es inocente o culpable de los 34 cargos en su contra. No se espera un veredicto hasta la próxima semana, pero el juicio ha sido un espectáculo mediático constante, con cada declaración de Trump provocando una avalancha de reacciones tanto a favor como en contra.
Trump, quien busca nuevamente la presidencia en las elecciones del 5 de noviembre, ha utilizado este juicio para reforzar su narrativa de ser una víctima de una persecución política. Ha comparado su situación con una cruzada injusta, insistiendo en que su juicio es una farsa y que ningún ser humano, ni siquiera una figura tan intachable como la Madre Teresa, podría haber salido indemne de un proceso tan viciado.
El veredicto del juicio, independientemente del resultado, será solo una parte del entramado político y mediático que rodea a Trump. Para muchos de sus seguidores, la verdadera sentencia se dictará no en un tribunal de justicia, sino en las urnas, o incluso en un plano espiritual más elevado. La polarización en torno a Trump se ha intensificado, consolidando su estatus tanto de mártir como de líder para sus seguidores, quienes ven en él un baluarte contra lo que perciben como una élite corrupta.
En definitiva, la figura de Trump sigue siendo un fenómeno complejo y divisivo. Su juicio por el caso Stormy Daniels es solo un capítulo más en una saga que parece no tener fin, donde la política, la religión y el espectáculo se mezclan en una narrativa que desafía las convenciones tradicionales y continúa capturando la atención del público mundial.