Vicisitudes entre Perú y Venezuela

por | Ene 23, 2019 | Opinión

RICARDO SÁNCHEZ SERRA
Venezuela, geopolíticamente hablando, siempre ha sido aliado del Perú. Cuando nuestro país estaba en conflicto o cuando nuestros enemigos acechaban, siempre estuvo al lado de nosotros y fue más allá de los meros ofrecimientos.

No sé si habrá documentos que certifiquen mis palabras, pero sí lo pueden atestiguar veteranos diplomáticos o militares de alta graduación. No entraré en detalles porque el Perú está en paz con sus vecinos, ni tampoco es conveniente “sacarlos a la luz” para evitar resentimientos entre los hermanos latinoamericanos.

Tampoco hay que olvidar que los llaneros acogieron a miles de peruanos en las décadas del ´70 y 80´por las crisis que sufríamos y fueron a buscar mejores horizontes. O que se capture, mediante una operación encubierta, al prófugo Vladimiro Montesinos en el año 2001.

De otro lado, la “Operación Milagro”, que era la intervención quirúrgica de cientos de personas con cataratas y no un adoctrinamiento de gente como se malinformaba por razones ideológicas, era un auténtico apoyo solidario, al igual que las casas prefabricadas para muchas familias damnificadas por el terremoto de Ica. Asimismo, Venezuela, durante el fenómeno de La Niña, envió 17 toneladas de ayuda humanitaria.

Estos respaldos, además de otros, fueron realizados durante distintos gobiernos, sean adecos, copeyanos o socialistas del siglo XXI. La amistad ha sido muy estrecha. No hablaré de la histórica relación, que viene de la gesta independentista, porque no quiero aguar la fiesta, ya que Bolívar es una figura polémica y no muy querida por los peruanos, más sí estamos reconocidos con muchos venezolanos que lucharon por nuestra libertad.

No voy a criticar la posición de la Cancillería peruana y su radicalidad en el Grupo de Lima. Tendrá sus razones. Pero lo que sí estoy seguro es que la política del garrote, en las relaciones internacionales, nunca ha funcionado. Sí aplaudo que nos opongamos a intervenciones militares.

Por otra parte, el Punto 9 de su declaración fue elaborado incorrectamente, porque se favorecía a Guyana en su problema limítrofe con Venezuela y como errar es humano y corregir divino, la gran mayoría de países –incluido el Perú- rectificaron su posición de no inmiscuirse en problemas limítrofes de otros países, en este caso, del venezolanísimo Esequibo, como la arepa, en mi opinión.

Tener la carta bajo la manga de rompimiento de relaciones diplomáticas, también se ha demostrado que esta medida de fuerza, así como los boicots, no ayudan, ni son beneficiosos para nadie. Yo te boicoteo, tú me boicoteas, yo te expulso diplomáticos, tú me expulsas diplomáticos, parece juego de niños, en donde nadie gana y todos se “pican”. Si rompes tienes que encargar a un país amigo los intereses, más el cuidado de los compatriotas.

También es ineficaz y fantasioso que algunos Estados vayan a reconocer como mandatario al autoproclamado Juan Guaidó, sin poder de nada, ni símbolo de nada. Pérdida de tiempo.

A veces me ponga a pensar sobre la gran contribución de México al derecho internacional como lo es la Doctrina Estrada y que debe estar vigente, como pretende volver aplicarla el presidente Manuel López Obrador. Esta defiende el principio de “no intervención en los asuntos internos de los Estados”, así como el reconocimiento a Estados y no a gobiernos.

Expertos mencionan que la Declaración Universal de los Derechos Humanos dejó vetusta dicha Doctrina. No lo creo, pondría el tan necesario orden en estos convulsionados tiempos, en donde todo el mundo mete las narices en otros países. Que Venezuela resuelva sus problemas internamente, al igual que Nicaragua. ¿Por qué interferir en la construcción de su “Socialismo del Siglo XXI”? Cada país tiene el derecho de buscar su rumbo, aunque sea equivocado o no.

Recuerdo que el escritor Mario Vargas Llosa -siempre con sangre en el ojo por su derrota en las elecciones- pidió públicamente a los países que rompan relaciones con el Perú y lo boicoteen, debido al autogolpe de Fujimori de 1992. Vargas Llosa vivía cómodamente fuera del país y quería que nos muriéramos de hambre. Felizmente fracasó. Los peruanos resolvimos soberanamente los problemas.

No hay que decidir nada con la “cabeza caliente”, es mala consejera. Como cuando luego de la revolución en Cuba, muchos Estados rompieron relaciones y después tarde o temprano uno a uno de los países la restablecieron. El intervencionismo fue y es dañino, atiza guerras y provoca peleas entre hermanos.

Y ojo que soy prooccidental.


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