A lo largo del combate entre Rusia y Ucrania, un grupo de voluntarias decidió dedicarse a la costurería.
En un diminuto poblado al suroeste de Ucrania, un equipo de voluntarias labora a diario confeccionando chalecos antibalas en donde, Victoria, maestra de profesión y costurera por hobby, tuvo que huir hacia allí por temor. Un lugar en el cual han cambiado las sandalias por la ayuda a militares ucranianos.
Esta mujer escapó de la invasión rusa a partir de su urbe natal, Severodonetsk, ubicada en la zona de Luhansk. “Pude huir de ahí con mi esposo e hijas debido a el apoyo de unos conocidos”, cuenta Victoria, quien se muestra bastante orgullosa de conformar parte de este plan que empezó pocos días desde el inicio de la ofensiva, la madrugada del 24 de febrero de 2022. “Me enteré de que un conjunto de voluntarios ayudaba a los militares y decidí dar mis servicios. Me alegro de poder beneficiar con algo. La batalla no se detiene en mi localidad y estoy bastante agradecida a la población que está luchando allí”, incorpora.
Según cuenta Andry, responsable de la fábrica, “había una necesidad de chalecos antibalas, por lo cual, en el quinto día de guerra, la dirección de la compañía inició a acomodar la fabricación de estas prendas”. Para la puesta en marcha del plan, tomaron una muestra de un equipo procedente del Servicio de Estabilidad de Ucrania que les serviría como jefe. “Era 1 de marzo, sin embargo, las voluntarias empezaron su trabajo inclusive antes”, explica a medida que exige que otros territorios “se animen a favorecer enviando materiales para llevar a cabo torniquetes (para recortar hemorragias) ya que en Ucrania no se fabrican”.
Esta fábrica, operativa 18 horas al día a lo largo de toda la semana, está en un diminuto poblado rodeado de montañas y bosques, un entorno en compañía por el eco de los mensajes de medios de comunicación ucranianos, que transmiten a lo largo de todo el día el caso en el frente y en las distintas zonas de la nación.
