El silencio de la periodista mexicana Lourdes Maldonado sobre Tijuana solo fue roto por el sonido de las cámaras de personas que acudían a verla mientras cubrían la noticia como un colega de profesión.
El enlace de noticias en la localidad fronteriza con EE.UU. aún se recupera del asesinato del fotoperiodista Margarito M. cuando Maldonado fue baleada fatalmente en un automóvil frente a su casa el 17 de enero.
No ha pasado una semana. Incluso para una ciudad casi acostumbrada a altos niveles de violencia, es demasiado para que un periodista que presenció un promedio de cinco asesinatos al día el año pasado sea víctima en 2022.
«Lourdes dijo: a Margarito la cazaron en su casa sin saber que la iban a matar como en unas horas», dijo a BBC Mundo antes del funeral, Rocío Galván, a un corresponsal de Fórmula Radio, conteniendo las lágrimas. Durante sus años como reportera de Televisa, Galván siempre recordó a Maldonado como una «mujer valiente, sin filtros y emocional», sin importar quiénes fueran sus colegas.
La periodista logró la atención de todo el país cuando en 2019 se plantó en una conferencia ante el presidente, Andrés Manuel López Obrador, para decirle que temía por su vida a raíz de un conflicto laboral que mantenía con su antigua empresa, propiedad del exgobernador estatal Jaime Bonilla, quien negó tener ninguna vinculación con el asesinato.
«Pero aquello no le garantizó nada», lamentaba Galván.
López Obrador pidió no adelantar juicios ni «hacer politiquería» y aseguró que el caso no quedará impune tras una investigación «a fondo».
Pero muchos de los periodistas de esta ciudad no confían en las promesas. Se sienten solos y tienen miedo ante la nula protección que reciben para ejercer su trabajo destapando casos de corrupción o narcotráfico a cambio de unas precarias condiciones económicas. Y a ellos se dirigió en el velorio uno de los hermanos de Lourdes, Hugo Maldonado.
«Es una desgracia, no solo para mi familia, sino para ustedes. Les digo que se cuiden, que en cualquier momento puede sucederles algo así», dijo visiblemente afectado quien habló en nombre de la familia para afirmar que perdonaban a los asesinos de su hermana.
«Si vas a cubrir la guerra [como periodista], compras ese riesgo. El problema es que aquí en Tijuana te atacan cobardemente», destacaba Galván.