Por Martín Belaunde Moreyra
La actividad política en el Perú por lo menos en lo que concierne a la rivalidad entre el Ejecutivo y el Legislativo, se ha tornado muy repetitiva. En términos prácticos el Presidente Vizcarra y después el Primer Ministro Villanueva, emplazaron a la mayoría fujimorista en el Congreso para que apruebe los cuatro proyectos de reforma constitucional en una fecha no posterior al 4 de octubre próximo. En opinión del suscrito en eso consiste el contenido real de la cuestión de confianza planteada por Villanueva y que el Congreso aprobó por cómoda mayoría. Sin embargo, ciertos sectores directivos del fujimorismo sostienen que la cuestión de confianza se refiere exclusivamente a ciertas políticas de Estado, sin necesariamente comprender las reformas constitucionales, a pesar de ser su indispensable complemento.
La congresista Letona, vocera del fujimorismo en el Congreso, dijo en la televisión, que la aprobación de las reformas depende a que se llegue a un consenso. Con semejante expresión puso en duda su cumplimiento en la fecha establecida, que el Ejecutivo tomó de un acuerdo parlamentario. ¿Es razonable semejante punto de vista? En mi opinión no y sería un craso error que los elementos más duros del fujimorismo se empeñen en mantener semejante actitud. Como dijo el Congresista Costa existe un compromiso frente al pueblo con respecto a la aprobación de las leyes de reforma constitucional. Incumplirlo por un sentimiento de cólera expresado con ganas de molestar, solo contribuiría a desprestigiar más a la mayoría fujimorista en el Congreso y por cierto a la propia Keiko.
Precisamente sobre ese tema me formulo la siguiente interrogante, ¿hoy día el fujimorismo en el Congreso sigue siendo el mismo bloque granítico que arrojó de su seno a Kenji y sus Avengers? Pienso que no. En la cuestión de confianza el fujimorismo se quebró. Una apretada mayoría votó a favor, mientras que otros dos grupos menores votaron en contra o se abstuvieron. Cuando se le preguntó a Keiko sobre esa división, ella contestó que la bancada acordó que sus miembros votaran conforme a su criterio conciencia. La respuesta es significativa porque dejar a sus integrantes que voten como deseen en un tema tan crucial, significa reconocer que ya la división existía. Y la razón a mi juicio es muy simple, hay un sector muy numeroso que no está dispuesto a poner en riesgo su escaño, si la cuestión de confianza era rechazada y el gobierno procedía a disolver al Congreso así como a convocar a elecciones de acuerdo al artículo 134 de la Carta Política.
¿Cuál es el alcance real de la soberanía del Congreso frente a los otros poderes del Estado? Sin duda conforme al artículo 93 de la Constitución, los congresistas representan a la Nación y no están sujetos a mandato imperativo. Pero si libremente aprueban una cuestión de confianza, ¿acaso no están obligados a cumplir los compromisos adoptados? La cuestión de confianza marca un derrotero de su conducta, que comprende tanto al Legislativo como al Ejecutivo. Sin embargo en este caso por las peculiaridades de la situación, la carga de la acción reside más en el Congreso que en el gobierno. Por ello el Congreso ha asumido un doble compromiso en el plano del honor y de la Constitución, que debe ser cumplido.