Cuatro días después del derrumbe, aún no se ha podido rescatar a los mineros atrapados en esta mina de Coahuila.
La noche en Coahuila es casi tan negra como el carbón que dibuja marcas sobre la cara de Sergio Martínez, luego de haber pasado todo el sábado peleando con la tierra, el sol y el agua para rescatar a su hermano diminuto, Jorge Luis. Las estrellas salen sobre la mina de las Conchas, en Sabinas. Y con ellas, él termina otro momento en uno de los conjuntos que contra toda posibilidad intentan salvar con vida a los 10 mineros atrapados a partir del miércoles bajo el derrumbe del pozo 3. Las brasas se consumen hasta que todo lo cual queda es un hilo de ceniza que cae con suavidad sobre el polvo del desierto.
El caso no es halagüeño y esta espera que se siente eterna, está desquiciando a los parientes. En oposición a la versión oficial, los rescatistas comentan entre ellos que el grado de agua que inunda los pozos —lo que causó el derrumbe— se conserva aún por arriba de los 30 metros en un pozo de 60 metros de hondura. La mina llevaba casi 40 años abandonada y llena de agua por su cercanía con el flujo de agua Sabinas.
Aunque algunas bombas permanecen drenando, mientras achican el líquido vuelve a filtrarse. Las familias de los hombres atrapados bajo tierra no comprenden por qué los buzos que vinieron a partir de Ciudad de México no trabajan. Entre ellos aseguran que son los mineros del área los que van a entrar a los túneles a buscarlos.
Casi 60 trabajadores de esta pequeña sociedad que han acudido a socorrer a sus compañeros. Varios son familia. El mandatario gubernamental, Andrés Manuel López Obrador, ha señalado que está analizando si ir a la mina para enseñar su apoyo: “Estamos valorando el caso para dictaminar, pues está bombeándose mucha agua, mucha, mucha agua”.
