Por:
Profesionales desperdiciados
Hace algunos días llamó mi atención un reportaje televisivo donde una doctora en medicina se dedicaba a la venta de alfajores en una calle de Lima. Una doctora con post grado en medicina familiar y ocupacional pregonando las bondades de su producto. Hasta allí la historia, solo habría que agregarle que esa doctora es venezolana y que lleva en nuestro país apenas dos meses sin la menor posibilidad de poner al servicio de las personas sus habilidades profesionales.
Y es que, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), más de la mitad de los venezolanos de 20 o más años de edad que residen en el Perú cuentan con estudios superiores, concluidos o inconclusos, y no pueden ejercer sus carreras por la dificultad que significa homologar los títulos universitarios en nuestro país.
De todo ese grupo, un 37.9% de venezolanos tienen educación universitaria, culminada o por culminar. Un 19.2% posee educación técnica, además de un 0,8% ostenta estudios de maestría o doctorado. Estas cifras, dadas a conocer a través de la “Encuesta dirigida a la población venezolana que reside en el país”, deja frío a más de uno, al conocerse ya en forma sistematizada el tipo de inmigrantes que llegan al Perú huyendo de la catástrofe de Maduro.
Según este mismo estudio, las dificultades para homologar sus títulos radicaba en una falta de dinero (39%), desconocimiento del procedimiento para homologar (34.7%) y un 18% simplemente dijo que no había traído su título. Sea como fuere, el Perú debería aprovechar las ventajas profesionales de este numeroso grupo de inmigrantes altamente calificados. ¿Acaso la doctora del ejemplo no podría estar curando a enfermos en alguna población alto
andina? ¿Tal vez algún ingeniero no podría estar cimentando caminos en la selva o los desiertos?
Sería importante aprovechar esta fuerza profesional allí donde los peruanos no llegan. No se trata de quitarle el trabajo a nadie, sino de crear oportunidades laborales para diseminarlos a lo largo y ancho del país. En el sector Salud, por ejemplo, existe una terrible carencia de profesionales en numerosas postas y hospitales rurales. Esta fuerza laboral calificada no puede desperdiciarse en las calles como ambulantes. Es hora de ordenar la migración, pues ésta, pese a la mala fama que se le ha hecho, a la larga, podría ser beneficiosa para nuestro país. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.