Por: Javier Valler Riestra
La moción que le dio origen recordó a Pizarro como fundador de la peruanidad -según terminología de Raúl Porras-, inicialmente escindido en las efímeras gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo; recordó la moción, los hechos precursores rebeldes como el de Tupac Amaru II (1780), la revuelta de Tacna (1811 y 1813) con Francisco de Zela, la de Huánuco (1812), la rebelión sísmica del Cuzco de 1714 con el visible liderato de Pumacahua, cacique de Chincheros.
El pleno del Congreso decidió hace años constituir una Comisión Especial de actos conmemorativos del bicentenario de la independencia.
Pero toda esta evolución se perfeccionaría en el Acta de la Independencia suscrita en el Ayuntamiento de Lima en julio de 1821. En su virtud, San Martin proclama la independencia en la Plaza Mayor el 28 de julio, la plazuela de la Merced y frente al convento de Los Descalzos. San Martin ya había diseñado la bandera republicana del Perú el año anterior.
¿Nació esa fecha la peruanidad? Raúl Porras con mayor sutileza trata de encontrar el origen de la peruanidad señalando que el forjador de la misma fue Pizarro porque, en efecto, modeló nuestra figura geográfica y tuvo la intuición y la sensibilidad del Perú y le dio por inspiración propia y certera las fronteras que hoy sentimos como nuestras.
Él descubrió en sus viajes desde Panamá hasta Chincha toda la Costa Occidental del América del Sur; la batalla de las Salinas en la que los almagristas fueron derrotados y que dio lugar a que los pizarristas se quedaran con el Cuzco, fue el trofeo de la victoria y que tiene una importancia vital para la historia del Perú porque por ella el Cuzco, Arequipa y el Lago fueron peruanos.
Si Almagro triunfaba, Lima hubiera dejado de existir como capital; además, el Perú habría sido desmembrado de una parte muy considerable de sus elementos constitutivos congénitos. El Cuzco, Arequipa, Puno, Moquegua y Tacna hubieran sido extranjeros. O sea que esa intuición de Pizarro, al encontrar la sensibilidad del Perú en la balsa de los tumbesinos y comenzar la conquista del Perú desde Tumbes señala que tenía él, lo que llamo Porras, la condición de un forjador de la peruanidad.
Es inútil y pueril escatimar admiración al conquistador en nombre de presuntos resentimientos nacionalistas. Por eso fue así un absurdo, por parte de alcaldes antiguos de descabalgarlo y ubicarlo clandestinamente frente al Rímac.
