Por: Antero Flores-Araoz
Cadidatos sí, candidatos no / Igual como hay inconveniente proliferación de partidos políticos, también tenemos superávit de personas que desean ser presidentes de la República y que en número bien podrían superar al de asociados de cualquier club deportivo y, ni que decir, de quienes se sienten iluminados por la llama del Espíritu Santo y por ello con derecho a participar en comicios electorales para integrar el Congreso de la República.
La cosa no es tan simple, pues si bien se pueden cumplir con los requisitos formales mínimos que determina la Constitución y la normatividad legal electoral, como nacionalidad, ciudadanía y edad, no es menos cierto que debieran analizar en su fuero interno, uno si sus antecedentes están enmarcados dentro del comportamiento ético, dos si tienen los conocimientos pertinentes para la labor congresal, la que por un lado es normativa o legislativa, por otro la fiscalizadora y por último la representación ciudadana. Tres, si realmente están en capacidad de ejercer la representación nacional.
Los ciudadanos, por lo memos los responsables, estamos hartos de los parlamentarios populistas que ofrecen lo que no pueden cumplir y, lo que es peor, proponen dentro del Congreso y sin realmente ser conscientes de ello, leyes que lejos de llevarnos al desarrollo incidirán en mayor pobreza y desencanto.
Tampoco queremos que vuelvan los famosos “come pollo”, “roba cable”, “quita sueldo”, “toca nalga”, “graba conversaciones” y tantos otros más que dan vergüenza ajena. Se quiere de personas que den talla para el cargo, con las calificaciones correspondientes.
Hay algo que deberíamos tener en cuenta, como es, la experiencia. Hoy se habla mucho que se requiere cambio de personas en el Congreso, pero dentro de las nuevas que sean preferentemente jóvenes. Cierto es que la política requiere de renovación permanente, y para ello deben haber buenos candidatos, no candidazos que creen estar en aptitud de llegar a altos cargos políticos sin experiencia alguna. No bastan los buenos deseos.
La acción o actividad política se debe insertar en una carrera política en que se vaya escalando cargos, de menos a mayor importancia, para lo cual hay que acreditar conveniente ejecución en las responsabilidades precedentes. No basta el quiero ser presidente o quiero ser congresista, se debe entender que a esos cargos no se baja como el maná del cielo ni se logran por generación espontánea. Es muy necesaria la experiencia y ello debe ser estimulado en los partidos para que entiendan que una carrera política, se puede empezar como dirigente barrial, empresarial o gremial, seguir como regidor en la municipalidad distrital de su domicilio, luego ser alcalde distrital o regidor provincial o, posteriormente acceder a vice ministerios, gabinete ministerial y Congreso. La responsabilidad de los partidos es entre otras, formar cuadros.
Recuerdo, que algunas décadas atrás, en un programa radial con candidatos al parlamento, un “candidazo” señaló como motivación de su deseo, el ir a aprender. La respuesta, fue rápida y correcta, “entonces vaya al Colegio”.