Ricardo Sánchez Serra
Una vez más y en un acontecimiento tan importante como el XXII aniversario de la Fiesta del Trono, el Rey de Marruecos, Mohamed VI, reiteró su mensaje conciliador al país vecino de Argelia.
Hizo un llamado para edificar juntos “unas relaciones bilaterales fundadas en la confianza, el diálogo y la buena vecindad”.
El soberano fue más allá de los protocolar al mencionar que «la seguridad y estabilidad de Argelia y la quietud de su pueblo están íntimamente ligados a las de Marruecos».
Es conocido que ambas naciones enfrentan los mismos problemas, a parte de un desarrollo común, el contrabando, la inmigración ilegal y la trata de personas.
Hablando del desarrollo, el principal perjudicado es el Magreb, la subregión que abarca además de Marruecos y Argelia a Túnez, Mauritania y Libia. Iba a desarrollarse una comunidad de promoción de la cooperación e integración económica en un mercado común. Si las relaciones entre los países fueran normales, el Magreb hubiera sido una potencia subregional árabe-africana. Los problemas internos de Libia -pronto a ser solucionados- y especialmente el encono de Argelia contra Marruecos, conspiraron contra este objetivo.
Argelia parece olvidar que Marruecos se independiza en 1956 -seis años antes de la emancipación de Argel de los franceses- y entre esos años Rabat ayudó a los independentistas argelinos con toda clase de logística, pero la ambición de los gobernantes de Argel de llegar al Atlántico -además de pretender menoscabar el liderazgo marroquí en África y en general en el mundo- inventando al frente Polisario -que sigue siendo su títere- para que quiebre la unidad territorial del Reino.
La política exterior de Argelia se ha quedado anquilosada en la Guerra Fría, en el No-Alineamiento además de la animadversión con Marruecos, que impide, reitero, el progreso del Magreb, la unidad árabe y africana. Igual su política interior, autoritaria, manejada por los viejos mandos militares, con crecientes protestas de movimientos libertarios como el Hirak, que indujo la caída del exmandatario Abdelaziz Bouteflika en el año 2019 y el sojuzgamiento a la milenaria población de Cabilia, que busca su autodeterminación.
Hay que recordarles que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz -frase del entonces Papa san Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio- y que es necesaria la unión de bloques (Magreb) u organizaciones (UA) -en este caso- para negociar en mejores condiciones con las potencias y sus trasnacionales u otros organismos.
El Rey brega por la normalización de las relaciones entre su país y Argelia “para afianzar la seguridad y la estabilidad en su entorno africano y euro mediterráneo, especialmente en su vecindad magrebí… y edificar unas relaciones bilaterales fundadas en la confianza, el diálogo y la buena vecindad”.
Para restablecer la confianza es menester que se realicen conversaciones privadas y se instituya, como ocurre en otros países, las reuniones «dos más dos» entre sus cancilleres y ministros de Defensa y los gabinetes binacionales, con el fin de conseguir acuerdos en común.
Mohamed VI lanzó otra vez la paloma de la paz y Argelia, como un gesto de amistad, debería reabrir sus fronteras terrestres con Marruecos, cerradas en 1994. Como señala el soberano “mi íntima convicción me dice que unas fronteras abiertas son el estado natural que tiene que prevalecer entre dos países vecinos y dos pueblos hermanos… El cierre de las fronteras se opone a un derecho natural y a un genuino principio jurídico, consagrado por los convenios internacionales, incluido el Tratado de Marraquech por el que se funda la Unión del Magreb Árabe, que estipula la libre circulación de personas, servicios, mercancías y capitales entre los países que lo integran”.
Sabiamente el Rey expresa: “quiero asegurar a nuestros hermanos en Argelia diciéndoles que de Marruecos jamás os llegarán daños ni problemas; tampoco os alcanzará ningún peligro ni amenaza, porque todo lo que os afecta, a nosotros también nos afecta y lo que os daña, a nosotros nos daña igualmente”.
Ante la comunidad internacional, el espíritu pacifista de Marruecos ha sido refrendado y en forma pública. Esperemos que Argelia responda con la misma intención, sino habrá perdido el tren de la historia.
(*) Analista internacional