Pep Guardiola logra ganar su cuarta Premier League con el Manchester City.
La hinchada del Manchester City se arrojó en marabunta a abrazar y besar a los jugadores y a llevarse recuerdos del campo sagrado que acababa de amparar la remontada más celebrada. Luego de ir perdiendo por 0-2 frente al Aston Villa, ensombrecido por el malestar, el equipo del norte de la metrópoli remontó hasta el 3-2 y atrapó la sexta Premier de su historia. Ha sido el cuarto título de Liga inglesa que conquista Pep Guardiola, que se retiró llorando a los vestuarios, deshechos los nervios al cabo de una jornada de máxima tensión, con el Liverpool pisándole los talones hasta el último minuto.
La explosión de felicidad desbordó a los servicios de estabilidad en una avalancha humana que arrasó con las porterías, destrozadas por los fanáticos, que venían de vivir una tarde de temor. A lo largo de media hora el título pareció escapárseles de las manos en un partido que atenazó a los futbolistas, víctimas de la presión y del oficio del Villa.
La recolección de Guardiola excedió en una copa a la de José Mourinho y Arsène Wenger. El catalán se ha convertido en el instructor extranjero que más títulos de Premier levantó en la historia. Ahora solo lo supera Alex Ferguson, con 13. Sin embargo, su gesta estadística apenas tendría costo sin el esplendor y la innovación del juego demostrado por su equipo, obra de un sello personal imborrable.
A partir de que ocupó el banquillo en 2016 no ha dejado de subvertir prejuicios largamente arraigados en el fútbol inglés. No es viable entender el fútbol del Reino Unido contemporáneo sin la predominación que practica este técnico, incansable en su vocación empírico, aunque en ocasiones lo meta en inconvenientes.
El amor de Guardiola por los mediapuntas ha producido instantes sublimes de igual modo que ha encajonado al Manchester City contra adversarios que se saben replegar.
