Siempre me gusta ver el futuro con optimismo. Hace algunos años mi hija Valentina me demostró nuevamente que el mundo en unos años será mejor.
La primera vez que su tenacidad me dejó asombrado fue cuando decidió no comer carnes, a raíz que vio un cortometraje sobre el maltrato animal.
Confieso que me preocupé pensando que esta determinación podía tener alguna repercusión en su crecimiento o salud, hasta intenté provocarla comprando carne y cocinándola lo más sabroso que podía, para ver si ella cambiaba de opinión.
Creí que sería fácil o que era una decisión pasajera, ya que ella la consumía y con mucho gusto, pero no fue así, mi susto no pasó hasta que mi esposa me dijo que fue al nutricionista infantil, donde le indicaron que esta decisión no iba a ser dañina para ella.
Personas tenaces, constantes y consecuentes con sus principios me hacen estar convencido que pronto el planeta estará en mejores manos, el amor de las nuevas generaciones por los animales es un reflejo positivo y me hace reflexionar respecto al tema de los zoológicos y su pertinencia.
Cuando yo era niño todos les pedíamos a nuestros padres que nos lleven a ver a los animales, habíamos convertido en divertido y normalizado la crueldad, habitualizando el sórdido espectáculo de ver a un animal preso, maltratado y estresado.
Admito que a pesar de tener debilidad sentimental por las mascotas, vi con alegría que la Municipalidad de Lima relanzará y reinaugurará el zoológico de Huachipa, me emocione recordando mi niñez y hasta pensé en llevar a mi esposa, suegra e hija a lo que consideraba una mañana de diversión familiar, pero luego me percate de lo contradictorio de mis sentimientos, por una lado amo a los animales, y por el otro veía normal y hasta familiar verlos privados de su libertad, sufriendo en un ambiente que no es su hábitat.
En el mundo hay aproximadamente treinta mil zoológicos, de los cuales ni el ocho por ciento tienen proyectos de conservación en sus instalaciones, es decir simplemente mantienen cautivos a estos animales con la única finalidad de exhibirlos y lucrar con ellos, países como Argentina, Costa Rica, Uruguay, El Salvador y muchos más han empezado a cerrar sus zoológicos, entendiendo que este sádico negocio que deshumaniza a sus ciudadanos y en especial niños, no puede continuar.
En el Perú se debe aspirar a un cierre paulatino de los cincuentaicinco zoológicos que el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (OSINFOR) tiene registrados, como primera medida se les debe dar un plazo para que todos ellos tengan proyectos de conservación verdaderos, que busquen la reproducción de estas especies y su reintroducción en sus hábitats naturales, aquellos que no logren hacerlo se les debe reconvertir en parques botánicos, el mundo va en esa línea de pensamiento, nuestra patria no debe quedar rezagada alentando estos espectáculos que deshumanizan a los asistentes, los circos romanos donde fieras y hombres sufriendo eran expuestos, matándose ya fueron abolidos.
Ningún animal debe vivir en cautiverio en nombre de una sonrisa efímera o una alegría pasajera, ningún ser viviente debe ser expuesto, encerrado, sufriendo, la deshumanización de la humanidad está en juego.