¿Y si un día despertamos de este eterno letargo de falta de solidaridad, y en las noticias vemos a un pueblo tan querido y entrañable como el cubano ganándose su libertad, tomando las calles de La Habana, persiguiendo, capturando y expulsando a los sátrapas que durante tantas décadas coartaron sus derechos, sus conciencias y su dignidad? El mito de la Cuba socialista y justa empezó a desdibujarse desde el 2 de enero de 1959, justo al día siguiente de que Fidel y el inefable Che Guevara, junto a sus camaradas, nos vendieran el cuento más distópico, ruin y cruel: ese que dice que el socialismo nos daría justicia e igualdad. 65 años después, lo que le dejó a la isla fue pobreza, miseria y degradación, destrozaron su economía, la misma que en los años 50 del siglo pasado era superior a la de Brasil, por ejemplo.
Ahora viven la peor crisis económica en décadas de socialismo comunista, y esto está haciendo que el fantasma de la libertad ronde por La Habana, por Cienfuegos, Matanzas, Camagüey u Holguín. Sin agua, sin luz, sin combustible, con una carestía total, prácticamente viviendo de lo que los familiares que viven en el mundo libre les envían. Los zurdos no fallan: todo lo destruyen, todo lo aniquilan. Logran la igualdad haciendo a todos pobres (90% de pobreza según fuentes independientes). Ese es el éxito de una doctrina basada en el resentimiento y la envidia. Como dijo Sir Winston Churchill: “Si pones comunistas a cargo del desierto del Sahara, en cinco años habrá escasez de arena”. Pero esta mafia que dirige el Partido Comunista Cubano no solo se contenta con desgraciar a su pueblo; exporta, a través de diversos mecanismos, asesorías y su servicio de inteligencia, para desestabilizar regímenes democráticos. Le pasó a Colombia, a Chile, Perú, Venezuela y ahora a la Argentina de Milei. Razones más que suficientes para mantener a esta tiranía en la lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo (confirmado recientemente por los Estados Unidos). Pero este país, al igual que Haití, también está en la lista de los países invisibles, esos que todos miramos por encima del hombro sin darnos cuenta de que mantener esos regímenes le hace daño a toda Hispanoamérica. La perniciosa actitud de gran parte del establishment norteamericano intentando convivir en determinados momentos con esta dictadura solo trae más desazón. La doble moral norteamericana, que es capaz de aprobar 90 mil millones de dólares para mantener guerras en el mundo y es incapaz de terminar con las dictaduras como las de Cuba, Venezuela o Nicaragua, llama la atención. ¿Qué intereses retorcidos existirán en la política de la aún primera potencia mundial?
Poco que decir a la casta política social comunista enquistada en Cuba y apoyada con infamia por el progresismo descerebrado. Tal vez unos versos de Silvio Rodríguez: “ Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta, ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, Ojala por lo menos que te lleve la muerte para no verte tanto para no verte siempre”. Por el bien de Cuba, ¡OJALÁ!
(*) Internacionalista