El mundo no debe pasar desapercibidas las continuas provocaciones de la República Popular China hacia Taiwán. Se está contemplando numerosas violaciones del espacio aéreo de Taipei por aviones de combate de los chinos comunistas.
En los últimos meses Beijing se ha comportado cada vez más agresiva, posiblemente porque se siente acorralada internacionalmente.
Para la gran mayoría de países es culpable de la expansión -en complicidad con la Organización Mundial de la Salud (OMS)– del virus chino, covid-19. Pocas naciones lo expresan, pero muchos saben que ese virus fue causado artificialmente para atacar a las naciones occidentales, siendo las demás un daño colateral. Muchas bajan la cabeza debido a que China es un inversor o un gran comprador de sus productos, pero todas saben que fue la causante.
Como paréntesis, debo señalar: ¡Qué orgullo fue Australia, por ejemplo! Uno de los pocos Estados que pidió una investigación internacional independiente sobre el origen del covid-19, y que sufrió el desquite de China que boicoteó sus productos e impuso fuertes aranceles al vino (200 %).
Por eso es que siempre será necesario un balance de poderes -en lo político, económico y geopolítico- en el concierto mundial.
Asimismo, las violaciones a los derechos humanos de los uigures -etnia musulmana- y en especial de los habitantes de Hong Kong, en particular la libertad de expresión (acaban de clausurar el diario independiente Apple Daily) y la abominable Ley de Seguridad Nacional, muestran el carácter totalitario con que se gobierna china y la falsedad de “Dos sistemas, una China”.
China fue acusado por Estados Unidos de ser causante del virus chino, de no respetar el embargo contra Irán, realizar labores de espionaje industrial y de robar tecnologías. Las administraciones norteamericanas de Trump y Biden, han reforzado su alianza con la República de China (Taiwán), lo que irrita más a Beijing.
En recientes declaraciones para la cadena estadounidense CNN, el canciller taiwanés Joseph Wu aseguró que su país debía prepararse para un conflicto militar con China.
Aparte de la política de aislamiento internacional que ha impuesto China a Taiwán, entre ellas impedimento que ingrese a la OMS o a otros organismos internacionales y el soborno (mejor dicho incentivos económicos) a varias naciones para que la desconozcan como país, las violaciones del espacio aéreo, miles de misiles apuntan a Taipei y que de ser disparados -sumados a una invasión- causaría un genocidio en una población de cerca de 25 millones de personas. China nunca renunció al uso de la fuerza y es más peligrosa ahora.
Si bien su poderío militar es aún menor que EE. UU y Rusia, los chinos comunistas están desarrollando una agresiva geopolítica, empezando por la supuestamente inocua “Nueva Ruta de la Seda” y por el “Collar de Perlas”, que refuerza su poderío militar en el Índico -amenazando de paso a la India- y en el mar de China o más correctamente expresado como mar marginal del océano Pacífico.
En caso de una invasión a Taiwán, a China no le interesa su reputación, su régimen es insensible y tiene sojuzgada a muchas naciones por su poderío económico y comercial.
Los países necesitados o incluso los normales, saben lo que es negociar con China, que no es la madre Teresa. Sus funcionarios son duros y prepotentes. Nada se les puede decir sobre los derechos humanos -que son transfronterizos, es decir derechos universales que están por encima de la soberanía- porque se enojan, tiran la puerta y estás sujeto a represalias.
China es un país totalitario; Taiwán, democrático. Este último representa a todas las naciones democráticas. Por lo que una agresión a ella debe ser considerada como una agresión a los países civilizados. Si no nos unimos a esta cruzada, volveríamos a la ley de la selva, es decir, a la tiranía del más fuerte y nunca seremos libres.
(*) Analista internacional