La presencia de las ballenas jorobadas estarían reactivando el turismo después de meses de crisis climática y sanitaria
Javier Fernández Kanamori, administrador en Ecoturismo y guía de avistamiento de cetáceos, tiene tatuado un tiburón ballena, el pez más grande del mundo, y la aleta caudal de una ballena jorobada, la más acrobática de estos mamíferos que, cada año entre julio y octubre, migran desde sus zonas de alimentación, en la Antártida, a reproducirse en las cálidas aguas del norte peruano.
Los Órganos (Talara), el balneario donde la danza de los cetáceos viene reactivando el turismo de observación tras la crisis climática ocasionada por la presencia del ciclón Yaku.
“Este año la actividad turística va mucho más lenta. Hay muy pocos visitantes y, por lo mismo, hay mayor consenso en los actores locales del rubro para sacarlo adelante con estrategias que, sobre todo, respeten el medioambiente y dinamicen la economía local”, dice Fernández Kanamori.
Cada vez que dirige una expedición, el primer punto que recalca es que el turismo de observación es un ejercicio de la paciencia. “Hay que entender que estamos en vida salvaje, es el ambiente de ellas, su casa dice. No podemos disponer de su tiempo, ni menos querer o pedir que hagan algo solo por gusto hacia nosotros. Hay que tener respeto hacia el lugar y conservarlo”.
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“Esta es una actividad que de alguna manera acerca al océano y los cetáceos a las personas. Pero, por otro lado, también se puede generar algo un poco morboso de querer ver ballenas encima. Y eso no es bueno. Hay que mantener ahí siempre la línea”.
Este invierno, en una época en que la pesca disminuye su producción, el avistamiento de jorobadas es una de las actividades que dinamiza la economía local. “Es superlindo ver a gente del pueblo que esté trabajando en esta actividad. Hay muchas embarcaciones que lo están haciendo hoy en día, aunque existen falencias”, considera el guía.
Por eso, es necesario el apoyo gubernamental y el conocimiento, dos bazas para que el turismo no se resquebraje. “Muchas veces alguien puede tener las mejores de las intenciones, pero eso no basta. Las personas involucradas deberían recibir capacitaciones como las que hubo, desde la empresa privada, previo a la temporada de avistamientos, que inicia en julio y finaliza en octubre. Toda la gente del pueblo participó. Lo certificaron, incluso. La información es elemental. Si hay herramientas, el crecimiento es conjunto. En un corredor tan biodiverso y rico como este, hay que pensar en colectividad. Si cada uno actúa bien, todos ganan. Si solo uno actúa mal, el perjuicio puede repercutir en todos”.